Visión Equilibrada

Visión Equilibrada

La verdadera salud significa el equilibrio entre las facultades físicas, mentales y espirituales. De esa manera, el ser humano es un ser integral y complejo, que a fin de tener buena salud necesita vivir una experiencia de armonía entre sus diferentes dimensiones.

Muchas personas todavía tienen una concepción equivocada de lo que es la verdadera salud, y justamente por ese error entienden apenas en parte lo que Dios espera de cada uno de nosotros en este tema de extrema relevancia. Para algunos, la salud se reduce a cuestiones alimenticias, mientras que para otros el cuidado del cuerpo y la práctica de actividades físicas ha sido el eje exclusivo. Están, además, quienes extrapolan las enseñanzas de la Revelación divina, al asimilar un concepto de salud puramente “espiritual”, por el cual nada importa más allá de la fe y la confianza en Dios.

Por inspiración divina, Elena de White establece una posición caracterizada por un amplio equilibrio en relación con la salud, y describe los remedios naturales de Dios. Escribió: “El aire puro, el sol, la abstinencia, el descanso, el ejercicio, un régimen alimentario conveniente, el agua y la confianza en el poder divino son los verdaderos remedios” (El ministerio de curación, p. 89). ¡Qué maravilla! Estos ocho elementos representan la manera natural, simple y práctica mediante la cual Dios actúa en el ser humano, proveyendo el equilibrio a la salud en todas sus dimensiones.

De esta manera, no tanto el cuerpo, ni tanto la mente ni tampoco solamente el espíritu. Un conjunto equilibrado de buenos hábitos de vida aliados con la comunión íntima y personal con Dios se constituye en el secreto para una vida plena y saludable. De hecho, es necesario que tengamos esa visión equilibrada, a fin de adaptar nuestra vida y nuestra rutina diaria al modelo que Dios estableció para nosotros. “Es deber de toda persona, para su propio bien y el de la humanidad, informarse acerca de las leyes de la vida y obedecerlas concienzudamente” (El ministerio de curación, p. 89).

Lamentablemente, el tiempo actual muestra la negligencia de muchas personas en relación con la observancia de las leyes de la salud en todas sus dimensiones. En ese contexto, por ejemplo, una de las mayores negligencias de mucha gente es no cuidar la buena calidad de su reposo. Por diferentes razones, muchos cristianos sinceros, y hasta diligentes en otros hábitos saludables, han tropezado en este punto. Como consecuencia, la salud, y también la experiencia espiritual, son afectadas por esto.

Un importante estudio científico1 mostró que dormir poco (seis horas por noche) o dormir mal (sueño interrum-

pido) durante dos semanas ¡tiene el mismo efecto negativo sobre la salud que pasar dos noches enteras sin dormir durante el mismo período! De esa manera, la mala calidad del sueño conlleva deficiencias de aprendizaje y de concentración, deprime el humor y disminuye la inmunidad; aumenta el riesgo de ataques cardíacos, presión alta, diabetes y obesidad; desgasta y envejece la piel; y está asociada, también, a la disminución del deseo sexual.

Este es el plan divino para cada uno de nosotros. Cristo dice: “Yo vine para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Una vida abundante también se corresponde con una vida con buena calidad del sueño y de reposo.

Que tengamos esa conciencia y la actitud de priorizar los principios de salud en nuestra vida, atendiendo a una mejor calidad de reposo, para que podamos decir: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado” (Sal. 4:8).

Referencia:

1 Van Dogen HP et al. “The cumulative cost of additional wakefulness: dose-response effects on neurobehavioral functions and sleep physiology from chronic sleep restriction and total sleep deprivation”. Sleep. 2003 Mar 15;26 (2), pp. 117-126.