EL USO DE ILUSTRACIONES Y NARRACIONES

EL USO DE ILUSTRACIONES Y NARRACIONES

El uso de ilustraciones y narraciones

PDF

El uso de ilustraciones está recomendado como uno de los métodos de Cristo. Según White, Jesús ilustraba sus lecciones tan claramente que hasta los oyentes más ignorantes lograban aprovechar algo de lo que oían. No usaba palabras difíciles, sino un lenguaje sencillo, adecuado al espíritu del pueblo común, y “en el tema que explicaba no iba más lejos que hasta donde podían seguirlo”.

Las ilustraciones deben hablar por sí mismas, y que pueda “discernirse fácilmente el significado”. La virtud de la ilustración está en la capacidad de comunicarse con claridad, conquistando al mayor número posible de interlocutores.

Una buena fuente de ilustraciones es la Biblia misma, con sus historias y parábolas. Las historias de la Biblia son una señal de que “Nuestro Padre celestial, al dar su Palabra, no olvidó a los niños”. Para White, contar las historias bíblicas puede ayudar a aclarar los grandes principios de la ley de Dios a los niños.

El uso de historias bíblicas está en el centro de la discusión actual de la “teología narrativa”. Para el teólogo y educador Remí Klein, “la narración de historias aparece como tarea fundamental en toda la Biblia y en la Educación Cristiana, desde el inicio de la Iglesia Cristiana”. Para Klein, la narración de historias bíblicas es “un principio pedagógico, teológico y metodológico por excelencia en la Educación Cristiana con niños”.

Además de esa centralidad que ejerce la narración en la fe cristiana, Ponick agrega que “solo el hecho de que a los niños les gusta escuchar historias bíblicas ya es una contribución teológica importante para la vida comunitaria cristiana en el sentido de que reactiva en nosotros, las personas adultas, el gusto por esa práctica”. El gusto de narrar y oír historias, como dice Ponick, tal vez sea “una característica más para volverse como niños a fin de recibir el renio de Dios”.

En su propia experiencia religiosa, White recuerda que, con solo once años, ella escuchó a un pastor leer el relato bíblico de la prisión de Pedro (Hechos 5) “él leía de una manera tan impresionante que los detalles de la historia y toda su realidad parecía pasar frente a mis ojos. Tan profunda fue la impresión en mi mente, que nunca lo he olvidado”.

Esa orientación va al encuentro de lo que sugiere Maldonado: en un sermón, las historias deben contarse de un modo tal que las personas sencillas las entiendan. El lenguaje empleado, inaccesible y prolijo podrá hasta impresionar (resquicio de una época en la que hablar así se consideraba una expresión de sabiduría y elevada erudición) y ocupar el tiempo de otros, pero no comunica.

Pero, es necesario decir que, según los conceptos de la teología narrativa, las historias no deben forzar una conclusión por parte de los niños. Si se tiene una preocupación por los “objetivos y comprensiones que los niños deben alcanzar al oír esa o aquella historia, estaremos transitando la tenue línea que separa la narración coercitiva de la narración liberadora”. De acuerdo con Klein, “la narración no puede ser objeto de coerción”.

 

El lenguaje sencillo y accesible

 

Para incluir a los niños el predicador debe evitar el exceso de abstracciones, y usar un lenguaje sencillo con ilustraciones que aclaren los conceptos teóricos. Al hacerlo, el predicador, según White, estará siguiendo el ejemplo de Cristo, que tuvo cuidado “de hacer que los misterios no fueran misterios, sino verdades claras y sencillas. En su instrucción no hay nada impreciso […]».

La sencillez en el lenguaje siempre es bienvenida. Es una virtud tanto ante los auditorios más incultos como de los más instruidos. Los niños realmente se beneficiarían con esa práctica.

La narración de historias es un método muy apropiado para usarlo con los niños, pues “el método de teologizar discursivo o conceptual muchas veces es difícil para la comprensión de los niños, una ‘teología narrativa’ puede estar de acuerdo con sus posibilidades lingüísticas y reflexivas”.

Uno de los objetivos de la homilética es acortar la distancia entre el predicador y los oyentes. Por eso, la elocuencia no debe ser el blanco supremo de la predicación. Elena de White desaprobó el uso de «discursos floridos», y «un desbordamiento de palabras sin sentido», y exhortó a los ministros: “Mis hermanos, no os elevéis hasta donde la gente común no os pueda seguir […]«.

 

La brevedad

 

Son muchas las recomendaciones de Elena de White para que los sermones no sean «discursos largos y complicados sino alocuciones cortas y directas». O sea, que vayan directamente al punto. La justificación es que los sermones prolongados «agotan la fuerza del predicador y la paciencia de los oyentes». Los predicadores no deben dar a las personas más de lo que pueden recordar.

En su tiempo, era común que un orador adventista hablara por más de una o dos horas. White denunció que “sus discursos duran por lo general el doble de lo que debieran durar”.

Como si les estuviera hablando exclusivamente a los maestros de educación infantil, White da a los predicadores una recomendación perfecta para quienes en la predicación desean hablar también a los niños: 

 

“Dense lecciones cortas, en lenguaje claro y sencillo, y repítanse a menudo. Los sermones cortos serán recordados mucho mejor que los largos. Nuestros oradores deben recordar que los temas que presentan pueden ser nuevos para algunos de sus oyentes; por lo tanto, conviene repasar a menudo los principales puntos”.

 

La brevedad es un punto importante en la predicación sensata. En su tesis doctoral, Castro demostró la importancia de la brevedad para que la predicación sea relevante. Después de superar el uso del lenguaje innecesariamente difícil, es hora de que los predicadores hagan otra revolución: la de la brevedad. Es la calidad del argumento, y no la cantidad de las palabras lo que hace la diferencia. 

Al tratar con niños, el predicador tiene al tiempo como su adversario. Lo que demora demasiado distrae con facilidad el interés del oyente, independientemente de la edad. Por eso, hacer sermones largos es una práctica que Elena de White criticó con fuerza. Varias veces ella orientó que los oradores sean breves, que eviten “discursos largos y elaborados” utilizando “sino en exposiciones cortas, al punto” “en lenguaje claro y sencillo”. Ciertamente, esas orientaciones generales tenían en vista facilitar la comprensión del mensaje por parte de los miembros nuevos y también de los niños.

Al escribir directamente a los que trataban con jóvenes y niños, White repite el mismo concepto dado a los oradores en general:

 

“Los que instruyen a los niños y jóvenes deben evitar las observaciones tediosas. Las alocuciones cortas y directas tendrán una influencia feliz. […]Los discursos largos cansan la mente de los jóvenes. El hablar demasiado los induce hasta a sentir repugnancia por la instrucción espiritual. […]A los niños hay que atraerlos hacia el cielo con suavidad y no con dureza”.

 

La predicación de nuestras reuniones del sábado, en sentido general, debe ser corta. Debe darse a los que aman a Dios oportunidad de expresar su gratitud y adoración. El sermón no debe impedir la participación de los miembros, que expresen su propia experiencia espiritual. White afirma que no es necesario que el predicador haga un sermón largo que “ocupe gran parte del tiempo de culto».

Efectivamente, esa orientación favorece la inclusión de los niños como blanco del sermón. Tal vez, su pasado metodista tuvo alguna influencia en esa orientación de White, que va en contramano de las prácticas evangélicas tanto del siglo XIX como de hoy, cuyo centro de culto es el sermón, y que generalmente ocupa la mayor parte de la reunión.

Curiosamente, la palabra griega utilizada en diversas oportunidades para describir la predicación y la enseñanza del primer siglo es dialegomai (Hechos 17:2,17; 18:4,19; 19:8, 9; 20:7, 9; 24:25). De ahí viene la palabra “diálogo”. Aparentemente, la predicación en la iglesia cristiana primitiva era más diálogo que monólogo.

 

La participación de los padres 

 

Los padres tienen una tarea esencial para garantizar que los niños se sientan incluidos en la predicación. Durante la presentación del sermón, Elena de White sugiere que los padres e hijos idealicen alguna forma curiosa de acompañar el predicador (deberían anotar el texto y los versículos bíblicos utilizados, por ejemplo). 

Además, el sermón debe servir como incentivo para conversaciones espirituales entre padres e hijos en la casa. Los padres debieran explicar a sus hijos las palabras pronunciadas desde el púlpito para que ellos pueda entenderlas y tengan ese conocimiento para poder ponerlo en práctica. El objetivo de White es garantizar que la Biblia no sea un libro cansador para el estudiante, que atraiga y encante a niños y jóvenes.

Los predicadores pueden sugerir algunas actividades a los niños que ya saben escribir, como anotar los versículos bíblicos mencionados, las palabras desconocidas, o alguna palabra clave. Después del culto, en la casa, los padres deberían utilizar esas anotaciones para retomar y explicar a los hijos lo que fue predicado. Los padres deberían explorar los temas anotados en el sermón y preguntar: “¿Ustedes recuerdan lo que dijo el pastor? ¿Hay algo que dijo el pastor y no entendieron?”. 

Esa es una práctica que refleja la costumbre de las familias de Israel en los tiempos bíblicos. La Pascua, por ejemplo, era un estatuto para padres e hijos. Y cuando los hijos preguntaran “¿qué culto es este?”, entonces los padres deberían contarles la historia del Éxodo (Éxo. 12:24-27). O sea, las ceremonias religiosas deberían realizarse delante de los hijos, de manera didáctica. La enseñanza religiosa debería ser de tiempo completo (Deut. 6:5-9). El objetivo es que los hijos recibieran instrucción como la de Timoteo, que desde la niñez ya sabía las “Sagradas Escrituras” (2 Tim. 3:15).

La formación de la Biblia está fundada en la tradición oral de narrar las historias de la trayectoria de Dios con su pueblo, de padres a hijos en un ambiente familiar.

 

La presentación informal

 

La formalidad no es una característica deseable para los sermones inclusivos. Elena de White reprueba, como «grave error», a los predicadores que «organizan todo detalle con tal exactitud” e inflexibilidad que son incapaces de apartarse del plan señalado y de variar la manera habitual de un discurso. Los resultados son discursos sin vida y energía espirituales. Elena de White ve como algo negativo los sermones leídos.

 

Adecuación de la forma y del contenido a los oyentes

 

Otro concepto homilético que se encuentra en las obras de Elena de White y que puede ser útil en la predicación para los niños, es el de la adecuación. Ella alerta que no todos los mensajes “son igualmente apropiados para las congregaciones”, y recomienda a los predicadores que se esfuercen “por presentar la verdad en la medida que la gente esté preparada para escucharla y apreciar su valor». Esa era una práctica de Jesús, que, según White, variaba en sus mensajes “para adaptarlos a su auditorio”.

Esa adecuación del mensaje está relacionada al concepto de progresión en el conocimiento bíblico. Es deber de todo predicador usar las verdades ya conocidas por las personas como plataformas para el lanzamiento de otras verdades. “Mostradles la importancia de estas verdades y su relación con otras que no entienden. Así despertaréis el deseo de recibir más luz”.

Al hablar de la Biblia a los niños, se debe tener en cuenta la tendencia de sus mentes, las cosas que les llaman la atención, y despertar su interés por ver lo que la Biblia dice acerca de esas cosas”.

Además de adecuar el contenido del sermón a los oyentes, Elena de White aconseja al predicador que es necesario adecuar la forma de presentación (lo que incluye el cuidado de la voz, la ropa y los gestos).

La comunidad solo gana cuando un predicador reflexiona sobre la importancia de presentar el mensaje en un lenguaje apropiado para los niños en el culto. Su mensaje será más sencillo, objetivo y comprensible y podrá buscar la interactividad y otras formas de comunicación con un lenguaje multisensorial. 

Al reflexionar sobre la cuestión de la adaptación de espacios y encuentros institucionalizados para los niños, Ponick afirma que “de las narraciones donde Jesús pone a los niños en el centro, podemos deducir que él espera que ellos sean agentes de reflexión y de transformación de nuestra mentalidad adultocéntrica”.

 

Consideraciones finales

 

Los antiguos conceptos homiléticos de Elena de White parecen ir en la dirección de conceptos contemporáneos, como la “Teología narrativa”, la “Teología del niño” y lo que se denomina como “Nueva homilética”: una teoría en la cual los oyentes son el punto de partida. En ese concepto, la predicación se entiende como un acontecimiento oral, y no meramente literario. El sermón deja de ser un texto escrito y pasa a ser un evento que sucede en el tiempo (el momento de la predicación). En la Nueva homilética, la “predicación es mucho más el resultado final, lo que se escucha, que las palabras escritas o dichas por quien predica”.

Esa reorientación de la predicación a partir de los oyentes ya está presente, aunque de manera difusa, en el concepto homilético de Elena de White. La adecuación del contenido y de la forma de presentación del sermón al público, la interactividad, el uso de narraciones, el rechazo de la lectura fría y del lenguaje rebuscado son una valorización de los oyentes. Como afirma Kirst, “La predicación no es lo que el predicador (emisor) da de sí: la predicación es lo que termina produciéndose por la interacción de los diversos componentes de este sistema de comunicación. Aparentemente, Elena de White ya presentaba instintivamente un poco de esa noción en el siglo XIX.

Las posiciones de White pueden parecer anacrónicas y simplistas. Pero la virtud de sus orientaciones es innegable. En estilo directo, White pide que los predicadores hagan exposiciones y aplicaciones sencillas de las Escrituras, de manera que atraigan, en algún momento, la atención de los niños. Para la mente curtida de los predicadores del siglo XXI, esas orientaciones pueden parecer distantes de la realidad. Se trata de una voz del pasado que nos recuerda que “los niños también son personas”, que pertenecen a la comunidad del Reino de Dios, pues el Reino les pertenece a ellos. Al pedir que los predicadores dejen “algo que sea para ellos”, Elena de White solo está reivindicando un derecho de los niños. 

 

Referencias

BARCLAY, William. Communicating the Gospel. Sterling: The Drummond Press, 1968.

DOUGLASS, Herbert. Mensageira do Senhor: o ministério profético de Ellen G. White. Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2001.

FASSONI, K.; DIAS, L.; PEREIRA, W. Uma criança os guiará: por uma teologia da criança. Viçosa: Ultimato, 2010

KIRST, Nelson. Rudimentos de homilética. São Leopoldo: Sinodal; São Paulo: Paulinas, 1985.

KLEIN, Remí. A criança e a narração. Protestantismo em Revista. São Leopoldo, v. 24, jan-abr, 2011a. p. 42-61.

______. A criança, a Bíblia e a história. Protestantismo em Revista. São Leopoldo, v. 25, maio-ago, 2011b. p. 40-58.   

MALDONADO, Luis. A homilia: pregação, liturgia, comunidade. São Paulo: Paulus, 1997.

MCGRATH, Alister E. Teologia Sistemática, histórica e filosófica: uma introdução à teologia cristã. São Paulo: Shedd, 2010.

MORAES, Jilton. O valor da brevidade para a relevância da pregação: ensaio a partir da análise crítica do trabalho homilético de David Mein. Tesis (Doctorado en Teología). Seminário Teológico Batista do Norte do Brasil. Recife, 1993.

PONICK, Edson. Teologia das e com crianças: características, possibilidades e desafios. São Leopoldo: EST, 2014. (Tesis de Doctorado).

SEGURA, Harold; PEREIRA, Welinton (orgs.). Para falar de criança: teologia, bíblia e pastoral para a infância. Rio de Janeiro: Novos Diálogos, 2012.

SMIRNOV, A. A; GONOBOLIN, F. N. La atención. In: SMIRNOV, A. A. et alii. Psicologia. México: Grijalbo, 1969. p. 179.

SOUZA, Mauro Batista de. A Nova Homilética: ouvintes como ponto de partida na pregação cristã. Estudos Teológicos. v. 47, n. 1, p. 5-24, 2007. Disponible en: <file:///C:/Users/junior/Downloads/458-1778-1-PB.pdf> Ingreso el: 22 ago. 2015.

WHITE, Elena de. Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática. 

______. Consejos sobre la educación. Ed. ACES.

______. La educación. Ed. ACES.

______. El evangelismo. Ed. ACES.

______. El ministerio pastoral: consejos a los pastores adventistas. Ed. ACES.

______. Obreros evangélicos. Ed. ACES.

______. La conducción del niño. Ed. ACES.

______. Palabras de vida del gran Maestro. Ed. ACES.

______. Testimonios para la Iglesia, t. 6. Ed. ACES.

______. Testimonios para la Iglesia. t. 7. Ed. ACES.