Teología Aplicada
Teología de la Salud.
Autora: María Emilia Schaller de Ponce.
Facultad de Teología – Universidad Adventista del Plata
Hacia una salud integral
Desde la memorable visión de Otsego, Michigan, el 6 de junio de 1863, que incluyó diversos tópicos que hoy identificamos como estilo de vida saludable, habrían de pasar varias décadas hasta que las ciencias de la salud comenzaran a descubrir, mediante investigaciones científicas, la veracidad de su contenido. Otsego fue el punto de partida de más revelaciones que Dios le comunicó a su Iglesia en los años siguientes, por medio del ministerio de Elena de White, concernientes al cuidado de la salud con un enfoque integral y avanzado con respecto a lo que de salud se conocía a mediados del s XIX. Uno de sus libros más destacados, El Ministerio de Curación (1905), incluye la conocida cita: “el aire puro, el sol, la abstinencia, el descanso, el ejercicio, un régimen alimenticio conveniente, el agua y la confianza en el poder divino son los verdaderos remedios”. Estos sencillos consejos fueron apareciendo vez tras vez en las investigaciones científicas que se desarrollaron a partir del s XX.
El Dr. Lester Breslow, director del departamento de salud pública del municipio de Alameda, California, en 1960 realizó un análisis cuantitativo que incluyó una población de 6.928 personas a las que evaluó durante veinte años en siete hábitos: descanso adecuado, ingesta de desayuno, realizar actividad física, no fumar, no consumir bebidas alcohólicas, peso corporal adecuado y no comer entre horas. Inicialmente la comunidad científica de sus días consideró a esta investigación como bizarra. Pasaron los años y Breslow demostró que la suma de estos siete buenos hábitos daba como resultado una sobrevida de once años en la población estudiada. Luego de esta investigación muchas otras le siguieron, y continúan realizándose en nuestros días, en las que el vínculo entre estilo de vida y salud es incuestionable.
El descubrimiento de las “zonas azules” por dos científicos italianos (Michel Poulain y Gianni Pes) y un periodista (Dan Buettner) fue publicado en la revista National Geographic, en noviembre de 2005, bajo el título “The Secrets of Living Longer”. Las “zonas azules” son cinco lugares en el mundo en los cuales se encuentran las personas más longevas y con menor incidencia de enfermedades crónicas (o no transmisibles): la isla de Cerdeña (Italia), la península de Nicoya (Costa Rica), la isla de Okinawa (Japón), la isla de Icaria (Grecia) y Loma Linda (California), ésta última con una población que en su mayoría pertenece a la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Una nutrición principalmente vegetariana, descanso adecuado, intensa actividad física, no consumo de tabaco o drogas, buenas relaciones sociales, respeto hacia las personas mayores, tener creencias religiosas, ser optimista, constituyen los rasgos generales que caracterizan a estas comunidades.
Recientemente ha surgido como especialidad médica clínica la “Medicina de Estilo de Vida” (año 2004), que busca prevenir, tratar e incluso revertir enfermedades reemplazando conductas no saludables en saludables con propuestas de cambios en el estilo de vida. Seis áreas son consideradas de interés: nutrición adecuada, aumentar la actividad física, desarrollar estrategias para controlar el estrés, no consumir sustancias nocivas, mejorar el sueño y fomentar buenas relaciones sociales. Cabe aclarar que estos cambios no implican desplazar el uso de medicamentos que hayan sido indicados para el tratamiento de enfermedades específicas.
Desde Otsego hasta nuestros días se ha puesto de manifiesto el vínculo innegable entre el estilo de vida y la salud. Como comunidad religiosa la IASD ha sido bendecida ricamente con un mensaje de salud notable al anticiparse por décadas a la investigación científica, y adecuado al ser humano, porque el Dios Creador que diseñó nuestra compleja naturaleza integral (bio-psico-socio-espiritual) es el autor de este mensaje y Quien mejor conoce la maquinaria viviente por Él diseñada. Los siguientes consejos (tips) serán de utilidad para poner en marcha cambios favorables en nuestro estilo de vida. La más inteligente resolución que podamos tomar en beneficio propio y de nuestras familias.
Actividad física, aire y sol
Todo cambio que intentemos incorporar en nuestro estilo de vida puede llevarnos tiempo y esfuerzo. Podríamos experimentar la frustración de iniciar alguna actividad con entusiasmo y al poco tiempo abandonar el intento. Para evitar que esto suceda la clave es comenzar en forma paulatina con actividad física al menos 3 días a la semana, unos 20 minutos por día. Lo mejor es iniciar una caminata aeróbica, 3 días alternos por semana y por un mínimo de 20 minutos (si se puede llegar a 30 minutos, mejor). La caminata aeróbica es el ejercicio con menor impacto (ejerce menos presión sobre las articulaciones), que puede ser practicado a cualquier edad, ideal para gente ocupada porque si comenzamos antes o después del horario que habíamos planeado no importa, es decir no debo cumplir horario para caminar, a diferencia de concurrir a un gimnasio en el cual debo ajustarme a un horario. Entonces, comenzar con 3 días alternos por semana, caminando 20-30 minutos en cada salida y de ser posible en algún momento llegar a los 5 días por semana. En promedio es buena marca llegar a 150 minutos por semana, repartidos en varios días. Antes de salir beber un vaso de agua, luego unos minutos de elongación muscular, sobre todo de miembros inferiores. Los primeros 100 ms la caminata debe ser suave y paulatinamente se va aumentando la velocidad. Luego caminar a paso rápido, lo más rápido que se pueda y sin interrupciones. No hay que parar durante la caminata. Si se llega a una calle donde pasan autos y no se puede cruzar, trotar suavemente en el lugar hasta continuar caminando. Al regresar, en los últimos 100 metros se va disminuyendo la velocidad. Finalmente, beber otro vaso de agua. Si se dispone de tiempo y se tolera la caminata se puede llegar a los 45 minutos. Si se quiere alternar la caminata con trote o carrera, descartar problemas en rodillas, columna, o algún otro impedimento osteomuscular que impida el impacto. No obstante, la caminata aeróbica en la que se mantiene el ritmo durante todo el tiempo es un excelente ejercicio. Para quien disponga de tiempo u oportunidad, se pueden sumar otros ejercicios: pilates, natación, bicicleta, trabajo en la huerta, etc.
El ejercicio practicado con regularidad es de gran utilidad para prevenir enfermedades cardiovasculares, mejora la respiración, favorece el proceso digestivo, alivia la constipación intestinal, fortalece el sistema músculo-esquelético y combate la osteoporosis (descalcificación ósea), brinda mayor energía personal, tiene efecto antidepresivo (favorece la producción de endorfinas, sustancia que promueve un buen estado anímico), disminuye la ansiedad, ayuda a la relajación de músculos tensos (es de beneficio para combatir el estrés), mejora la imagen propia, favorece un sueño más eficiente y reparador, menos dolores en general, incluso el dolor de espaldas, disminuye la grasa corporal ayudando a mantener un adecuado peso corporal, prolonga la vida y retrasa el envejecimiento, refuerza el sistema inmunológico, produce mayor lucidez mental y mejora la memoria.
Es de utilidad que la práctica del ejercicio físico sea realizada, de ser posible, al aire libre y en las horas del día. De esta manera agregamos dos elementos saludables: el sol y el aire puro. El sol induce la producción de vitamina (vit) D por la acción de la radiación UV en nuestra piel (teniendo cuidado en los meses de verano no exponerse al sol cerca y en torno al mediodía). El 80 % de nuestros niveles en sangre de vit D proceden de la exposición a la luz solar. El resto es aportado por alimentos. Estudios recientes en pacientes con COVID-19 demostraron que aquellos que tenían niveles óptimos de vit D se recuperaron más rápidamente que aquellos con bajos niveles de esta vitamina. La vit D fortalece el sistema músculo-esquelético, favorece la asimilación de calcio combatiendo de esta manera la osteoporosis, potencia nuestro sistema inmunológico. Una buena práctica que suma actividad física, sol y aire, es reemplazar el uso del automóvil por caminata o bicicleta. Si no es posible realizar actividad física en horarios diurnos, se debería disponer de al menos 15 minutos 3 veces por semana para exponernos al sol. Además, la luz solar es bactericida (por ello debe entrar en nuestras habitaciones), disminuye la tensión nerviosa, combate la depresión nerviosa, favorece un buen estado anímico, contribuye a la relajación de músculos tensos, siendo así un agente beneficioso para combatir el estrés.
Todos anhelamos conciliar el sueño cuando llega la noche. Pero en ocasiones no es tan fácil lograrlo. Un plan sencillo y regular de actividad física mejorará la calidad de nuestro sueño.
Descanso
Nuestro cuerpo fue diseñado tanto para el movimiento como para el descanso. Si no descansamos adecuadamente sobrevendrá la enfermedad. El descanso promueve la eficacia física y mental.
Cada semana necesitamos descansar un día. Cada fin de un ciclo laboral necesitamos el descanso de las vacaciones.
El sueño es otra forma de descanso. Hay un momento óptimo y una cantidad necesaria de horas según la edad. El sueño reparador es el que realizamos en las horas nocturnas. En los adultos idealmente desde las 22 hs hasta las 5 hs ó 6 hs del día siguiente, totalizando 7 u 8 hs de sueño. Esta meta es algo difícil de lograr teniendo en cuenta la cargada agenda que caracteriza nuestra vida actual. Pero la realidad es que al dormir menos con el tiempo aparecerán problemas de salud como depresión, agotamiento, tensión muscular, alteración de la memoria, irritabilidad, incapacidad de concentrar la atención en las tareas, etc.
La cantidad de horas de sueño varían con la edad. Así los bebés necesitan dormir entre 16 a 20 hs por día, los niños 10 a 12 hs por día, los adultos 7 a 8 hs y los ancianos menos que 7 hs, sin que ello le ocasiones problemas. En relación a la necesidad de sueño en los niños es muy importante que las familias sepan que ellos necesitan comenzar a dormir más temprano que los mayores, para de esta manera poder descansar lo necesario según su edad.
La tensión muscular y el distrés ocasionan alteraciones en el ciclo del sueño, generalmente conocidas como insomnio. Un plan constante de actividad física ayuda a la relajación de los músculos tensos y facilita el sueño, aún en el caso que esta actividad sea durante la mañana. Además, realizar relajación muscular acompañada por respiraciones profundas y de tipo abdominal son también de ayuda. Una dieta sana, iniciando el día con un buen desayuno, almorzando en el horario habitual y cenando temprano, dos horas antes de ir a descansar, es adecuado para asegurarnos un buen dormir. El consumo de tecnología en horas nocturnas puede ser causa de insomnio, dado que la luz azul de las pantallas es interpretada por nuestro cerebro como que aún es de día y por lo tanto esto competirá con el inicio del sueño. Es aconsejable ir disminuyendo las actividades a medida que nos acercamos al horario de ir a dormir, incluso tomar una breve ducha tibia, colocarnos ropa de cama (pijamas, batas, pantuflas). Estas acciones son conocidas como “higiene del sueño” y son de gran ayuda el ponerlas en práctica para asegurarnos un buen dormir.
Nutrición saludable, agua:
Hipócrates (Grecia, s V-IV aC), una de las figuras más relevantes en el inicio de la historia de la medicina, considerado el “padre de la medicina”, brindó notables aportes al avance de la incipiente ciencia médica. Destacó el vínculo entre la alimentación y la salud. Es autor de la frase: “Que la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina”.
Lo que comemos y bebemos es de gran influencia en nuestra salud. Muchas enfermedades se podrían evitar si se comiera y bebiera en forma inteligente.
Es imprescindible iniciar el día con la ingesta de uno o dos vasos de agua en ayunas. De esta manera ayudamos a nuestros riñones a funcionar adecuadamente y prevenimos diversas dolencias (cálculos en la vía urinaria, infecciones en la vía urinaria, dolores de cabeza, constipación intestinal). Es necesario ingerir al menos ocho vasos o dos litros de agua al día. En clima cálido o actividad física intensa la ingesta debe aumentar, pudiendo llegar a tres litros de agua diarios (cantidades para adultos, en niños es inferior y según la edad). En relación con las comidas: media hora antes o dos horas después. Evitar concentrar la ingesta en el horario nocturno, porque el descanso ser verá perturbado por el funcionamiento renal.
Luego de la ingesta de agua al levantarnos, pasados 15 a 30 minutos, debemos desayunar. Es al comienzo del día cuando necesitamos el aporte de agua, glucosa, ácidos grasos esenciales, vitaminas, minerales, para todas las células del cuerpo. Al desayunar tenemos energía suficiente para activar todas nuestras funciones corporales, se mejora el rendimiento intelectual y físico. Las neuronas necesitan de un aporte suficiente de agua, oxígeno y glucosa para funcionar adecuadamente. Un desayuno puede incluir: frutas frescas, avena, pan de cereales integrales (de trigo, avena, centeno, etc), leches vegetales, frutos secos, semillas. De esta manera se puede llegar al horario del almuerzo sin “picotear” o comer entre horas, dado que un buen desayuno otorga saciedad. El desayuno saludable y completo ayuda a mantener un adecuado peso corporal.
El almuerzo debería iniciarse con un plato de ensalada a base de hortalizas crudas, las que preparan el estómago para la digestión y producen saciedad. Quienes estén interesados en conservar un adecuado peso corporal deberían ingerir al inicio del almuerzo un abundante plato de ensalada. Luego incluir verduras cocidas, legumbres, cereales integrales, carnes vegetales, sazonados con muy poca sal y abundante limón. Limón, perejil y morrón son excelentes aliados que deberíamos incluir en nuestras comidas porque favorecen la absorción del hierro presente en los alimentos. Por regla general se sugiere consumir cinco piezas o porciones de frutas y verduras al día. No es aconsejable mezclar verduras con frutas, por lo que sería óptimo ingerir frutas en el desayuno, dejando las verduras para el almuerzo. Con respecto a la cena, que siempre deber ser liviana y dos horas antes de ir a dormir, si ingerimos frutas no mezclar con verduras. El consumo de nueces u otros frutos secos y semillas, aportan aceites (omega 3, omega 6) necesarios para el funcionamiento de nuestro cuerpo, en especial de las neuronas. Estos aportes influyen positivamente en nuestro estado de ánimo. Una dieta basada en plantas aporta fitoquímicos y antioxidantes, los cuales previenen la aparición de enfermedades crónicas, retrasan el envejecimiento, son protectores de diferentes tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares.
Salud mental, emocional y espiritual
En buena medida la salud mental y emocional se relaciona con los consejos antes mencionados. La actividad física al aire libre, la exposición solar, un adecuado descanso, una alimentación basada en plantas, favorecen nuestra salud mental y emocional. Sin duda una mente sana se vincula con un cuerpo sano y ambos están ligados de manera inseparable. Esto significa naturaleza integral o bío-psico-social-espiritual. Cuando una de estas dimensiones enferma, las demás se verán afectadas.
Aprender a pensar adecuadamente, desarrollar la autoestima, el uso adecuado de los sentidos, potenciar la inteligencia emocional, aprender a comunicarnos con los demás desarrollando relaciones sociales saludables, ser optimista, vivir con esperanza, confianza y fe, son aspectos que han sido estudiados en las últimas décadas como valiosos para nuestra salud mental y emocional.
Entre las causas de distrés se hallan los pensamientos incorrectos. El Dr Daniel López Rosetti menciona que: “El pensamiento es una función natural y espontánea del ser humano, pero hacerlo correctamente depende de esfuerzo y dedicación”. Algo similar es lo escrito por E. de White: “Delante de cada uno de nosotros hay una obra ferviente que hacer. Los pensamientos correctos, los propósitos puros y santos no nos surgen naturalmente. Tenemos que luchar por ellos”. Y en sintonía con estos conceptos el apóstol Pablo nos aconseja: “Por lo demás hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad…y el Dios de paz estará con vosotros” (Fil 4:8-9, RV1960). Los pensamientos erróneos y distorsionados son una fuente comprobada de distrés.
Por otro lado, el pensamiento saludable y optimista proporciona buen humor, ayuda a mantener buenas relaciones sociales, mejora el rendimiento laboral y escolar, sirve de barrera a la ansiedad, alimenta la autoestima, reduce el dolor y otros síntomas, refuerza el sistema inmunológico, ayuda a recuperarse de la enfermedad y de las intervenciones quirúrgicas.
Recientemente las investigaciones en psicología y psiquiatría han descubierto la importancia de la práctica religiosa y aspectos como la fe, confianza y esperanza, como de gran beneficio para la salud.
Ahora bien, es oportuno aclarar que los tips antes mencionados no desplazan a la consulta médica periódica y la realización de estudios o análisis de laboratorio que el médico solicite. Por el contrario, es necesario sumar ambas acciones con el objetivo de lograr el mejor estado de salud posible.
Conclusiones
Para hablar de salud integral es necesario considerar a nuestra compleja naturaleza humana en la que cada dimensión bio-psico-social-espiritual es interdependiente de las demás. Cuando una se afecta las demás tarde o temprano sufrirán. Salud integral implica poner en práctica consejos saludables que beneficien a todas estas dimensiones. Es interesante notar que las primeras investigaciones científicas en salud y estilo de vida se enfocaron principalmente en la dimensión física. En los años siguientes los investigadores advirtieron que para hablar de salud también se requería considerar el aspecto mental, emocional y espiritual. Es así como se arribó al concepto de salud integral.