La revitalización de la iglesia es posible y está al alcance de los que se lo proponen.
Durante el ataque de Corea del Norte a Seúl –segunda mitad del siglo XX-, fue atrapada una ex congresista, quien fue llevada inmediatamente ante un oficial superior, el cual dictó la sentencia de muerte. Al día siguiente fue sacada de su celda y llevada por un joven soldado al lugar donde iba a ser ejecutada. Después de cavar la tumba, el verdugo vendó los ojos de esta mujer. Pero, antes de disparar preguntó: “Vieja, ¿tienes algo que decir antes de que te mate? La señora de Park respondió: “Quiero pasar los últimos momentos de mi vida orando por ti…”
“Mientras tanto, fui descendiendo hacia la fosa, es decir, mi sepultura. Allí me arrodillé y comencé a orar… Después de unos minutos, oí que el joven lloraba, razón por la cual dejé de orar para decirle: ‘Ahora puedes disparar’… El joven rehusó hacerlo y me dejó escapar” (Contado por ella en el libro ‘Mucho más que números’, de David Yonggi Cho).
Los adventistas conocemos el valor de la oración. Si la Sra. Park fue preservada es porque Dios atendió su plegaria. ¡Qué grandes cosas podría hacer Dios por su iglesia si su pueblo orara! En este artículo me propongo resaltar el valor de la oración y de la amistad como claves del crecimiento de la iglesia.
La oración, un elemento vital
Entre los que se ocupan del crecimiento de la iglesia hay concordancia plena en que la oración desempeña un papel fundamental en la vida del creyente y en el crecimiento de la iglesia. Un testimonio notable lo experimenta el Pr. David Yonggi Cho, quien con sus 800.000 feligreses actualmente pastorea la iglesia más grande del mundo.
Al comenzar su ministerio, Yonggi fue impresionado por el Espíritu Santo a dedicar más tiempo a desarrollar un ministerio de oración. Aunque los miembros se resistieron, comenzó a dedicar a la oración cuatro a cinco horas diarias, y si bien algunos no compartían la prioridad adoptada por el pastor, pronto se dieron cuenta de que la iglesia comenzaba a crecer.
Cuando preguntan a Yonggi acerca de la fórmula del éxito relacionado con el crecimiento de la iglesia, responde: 1) Orar, 2) Orar y 3) Orar. Luego agrega: “Existe una gran diferencia entre la iglesia americana y la iglesia coreana. La iglesia en América tiene muchos programas y poca oración; en cambio, la iglesia en Corea tiene mucha oración y poco programa”.
Al reflexionar acerca de esto vino a mi mente lo ocurrido a principios del año pasado en el distrito de Pedro Aguirre Cerda, en Santiago de Chile. En ese tiempo, un grupo de feligreses que se congregaba en el sector de San Joaquín, preocupado por el hecho de que la zona gradualmente se estaba transformando en un parque industrial –factor que repercutía en la falta de crecimiento de su iglesia-, junto con su pastor decidieron empezar un plan de oración con la finalidad de que Dios les mostrara si debían continuar en aquel lugar o no.
Después de un tiempo, llegaron a la convicción de que debían trasladarse. Dios los dirigió, proveyendo un lugar muy amplio ubicado en un sector estratégico de la ciudad. La iglesia gradualmente comenzó a experimentar un repunte; después de un año de reunión se duplicó la asistencia de los sábados.
En octubre del año pasado invitaron a la población aledaña a participar en la fiesta de las naciones –Día de la Raza-, a la cual concurrieron unas 250 personas que se congregaron en la plaza principal del barrio portando diversas banderas. A nadie le cabe duda acerca de lo acertado de la visión que tuvieron la feligresía y su pastor, gracias al tiempo que todos dedicaron a desarrollar el ministerio de la oración.
En la introducción a su Evangelio, Lucas asegura: “Me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo” (1: 3). Uno de los aspectos que resalta en el estudio realizado es el ministerio de oración del Señor Jesucristo. Consideraremos algunos ejemplos:
1. El bautismo de Jesús. “Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado, y orando, el cielo se abrió” (Luc. 3: 21).
2. La transfiguración. “Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió el monte a orar” (Luc. 9: 28).
3. En el Getsemaní. “Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Luc. 22: 44).
4. Elección de los discípulos. “En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios” (Luc. 6: 12).
Como podrá apreciarlo, aunque Jesús dedicó tiempo a orar en los momentos más decisivos de su ministerio, llama la atención que en ocasión de poner los cimientos de su iglesia dedicó la noche entera a la oración.
Como recuerda Barna, en la iglesia, al desempeñar posiciones de liderazgo, necesitamos preocuparnos por su crecimiento, pero también deberíamos recordar que es más importante el ser que el hacer. “Una parte vital para conocer la visión que Dios tiene para cada uno es estar quietos y atentos lo suficiente como para oírlo. Los líderes de las iglesias cristianas americanas generalmente son personas que sienten que son exitosas solamente cuando están activas. Dios, sin embargo, parece hablar más claramente a los líderes cristianos cuando están inactivos: esto es, cuando hacen un esfuerzo consciente para permitirle a él guiar la conversación e impartir sabiduría según la forma y el tiempo de Dios. Esto requiere que usted pase mucho tiempo permitiéndole a él dirigir sus pensamientos. La parte que asusta de este proceso es que usted claramente debe permitirle a él estar en el control. Para muchos líderes, esa es una realidad difícil de aceptar”.
Recuerde, si usted es líder o miembro de la iglesia y ve que no prospera, o está preocupado por su crecimiento, o desea plantar una nueva iglesia, dé el paso que es indispensable: junto con su congregación desarrolle un ministerio de oración.
Rick Warren, pastor de la iglesia de mayor crecimiento en los últimos diez años en California, dice que al plantar iglesias lo elemental es orar pidiendo la dirección divina.
El factor de la amistad
Según Fred Smith, destacado experto en el crecimiento de la iglesia, un segundo paso clave en el crecimiento de la iglesia lo constituye la amistad. Este factor es fundamental para que nuevas personas se acerquen a ella. Publicó un interesante estudio acerca de este aspecto:
‘La manera más efectiva de crecer numéricamente es mediante el puente que realizan los miembros invitando a sus amigos y parientes a reuniones especialmente preparadas para ellos’.
En los Evangelios hay un personaje bíblico que resalta por este talento: “Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es: el Cristo). Y le trajo a Jesús” (Juan 1: 40, 41). Entre los parientes hay un vasto campo poco explorado, con el propósito de relacionarlos con el Salvador.
Hay un segundo registro en el cual resalta la figura de Andrés: cuando Jesús alimentó a una multitud (véase Juan 6: 1-15). En esa ocasión, Andrés identificó al chico que tenía una merienda que la mamá había preparado para él. Conocemos cómo termina el relato: la multitud fue saciada aquella tarde. Gracias al espíritu de observación para detectar oportunidades y soluciones, Andrés desempeñó un papel clave en el ministerio de Jesús.
Andrés, protagonista por tercera vez. Unos griegos querían ver a Jesús, se lo dijeron a Felipe y este lo comunicó a Andrés (Juan 12: 20-22). Los tres ejemplos resaltan la habilidad que Andrés desarrolló para relacionar a la gente con Jesús.
Según Oosterwal, el mayor factor de crecimiento dentro de la Iglesia Adventista es el compañerismo. Cuando no se lo cultiva es causa de apostasía. El practicarlo produce retornos. Al promoverlo mejoran las condiciones para traer el regreso al redil a los ex adventistas. Uno de cada tres ex adventistas a quien se lo incorpora a un círculo de amistad regresa a la iglesia.
La amistad y el compañerismo desempeñan papeles que vale la pena tomar muy en cuenta tanto para mantener la feligresía como para que la iglesia crezca. Esta es la realidad que experimentó la iglesia mencionada al comienzo de esta nota. La feligresía implementó lo que denominaron “El evangelio de la amistad”. Visitaron a los vecinos y ofrecieron orar por sus moradores. La respuesta fue muy positiva. De cien hogares visitados, el 95% los recibió con gratitud. Al ofrecer compañerismo y amor, la iglesia que estaba estancada comenzó a crecer, revitalizándose.
Schwarz tiene razón: “Las iglesias que crecen poseen, en promedio, un cociente de amor mensurablemente superior al que se encuentra en aquéllas que están estancadas o decrecen”. El ministerio de Cristo se caracterizó por una relación muy cercana con la gente. Elena de White lo expresa de este modo: “El Salvador trabaja con las personas como quien deseaba hacerles bien, se mezclaba con ellos, satisfacía sus necesidades, les mostraba simpatía, se ganaba su confianza; solo entonces les decía ‘Seguidme’ ” (El ministerio de curación, pág. 102).
Según Hemphill, es notable resaltar el modelo de Antioquía y del libro de los Hechos, donde se menciona que en las relaciones familiares del reino abundaba la generosidad, el cuidado mutuo, se disciplinaba con amor, y se proveía protección y sanidad.
Cómo llegaron nuevas personas a la iglesia
Según todas las encuestas realizadas, estos son los datos estadísticos:
– por publicidad: 2%
– por la popularidad del pastor: 6%
– por campañas de evangelización: 6%
– por amigos y parientes: 86%
Las conclusiones están claras.