Comunión Con Dios
Pr. Evaldino Ramos
La comunión con Dios es la búsqueda constante por conocerlo, relacionarse con él, reclamar sus promesas, conocer su amor revelado en su palabra. Él mismo promete: “Y me buscaréis y hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.” (Jeremias 29:13)
Acción continua
El ser humano por completo debe redirse al Señor, debe entregarse, depender y permanecer en él. Debe el corazón día traz día someterse a Dios y tomarlo como su Señor y Salvador, caso contrario no podrá jamás experiementar la transformación que solamente Dios la puede hacer en la vida humana. Buscar a Dios de todo corazón no es lo mismo que buscarlo, buscarlo de todo corazón te grantiza encontrarlo y disfrutar todos los beneficios que él le preparó para la vida.
Israel había caído en la rutina, aceptando idolatría, siempre se acercaba a Dios apenas por cumplir un ritual diario de sus vidas, por veces hacia sacrificios como rutina, algo medio automático pero lo tenía lejos de su vida íntima y de su mismo corazón.
Afirma Villareal que “buscar a Dios de todo corazón tiene que ver con una ‘Rendición Total’ sin reservas y ningún tipo de condiciones, amarlo y seguirlo no por lo que nos da sino mas bien por lo que es. Cuando la palabra habla de corazón se refiere al hombre integralmente, dentro de los cuales habita nuestra voluntad, emociones e intelecto. Tal vez has estado buscando a Dios, pero por desgracia, su ausencia se hace ver en tu forma de vida, en tu relación con tus hijos, matrimonio, finanzas, hogar pero déjame decirte que hoy es el día de volverse a él y buscarlo de todo corazón. Hoy es el día de arrojarse a los brazos de Dios, hoy es el día de postrarnos ante sus pies y reconocerlo como la única persona en quien podemos confiar y de quien queremos recibir socorro.”
Elena de White es clara a decir que “debemos dar a Dios todo el corazón, o no se realizará el cambio que se ha de efectuar en nosotros, por el cual hemos de ser transformados conforme a la semejanza divina. Por naturaleza estamos enemistados con Dios. El Espíritu Santo describe nuestra condición en palabras como estas: “Muertos en las transgresiones y los pecados,” “la cabeza toda está ya enferma, el corazón todo desfallecido,” “no queda ya en él cosa sana.” Nos sujetan firmemente los lazos de Satanás, “por el cual” hemos “sido apresados, para hacer su voluntad.” Dios quiere sanarnos y libertarnos. Pero como esto exige una transformación completa y la renovación de toda nuestra naturaleza, debemos entregarnos a él completamente. (El camino a Cristo, p. 43).
Por otro lado el ser humano en esta búsqueda constante de Dios es una verdadera batalla en contra de uno mismo. Buscarlo de todo corazón, rendirnos enteramente Su voluntad porque eso es lo que garantiza que lo vas a encontrar y ciertamente te aseguro que las cosas no seguirán de la misma manera.
En conexión con este verso se encuentra Hebreos 11:6: “Pero sin fe es imposible agradar á Dios; porque es menester que el que á Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. El autor de Hebreos parece afirmar que Dios pasa a ser galardonardor de los que le buscan, pero antes hay que creer que le hay. En el libro Obreros evangélicos encontramos que “la fe consiste en confiar en Dios, en creer que nos ama y sabe lo que es mejor para nuestro bien”. Así, en vez de nuestro camino, nos induce a preferir el suyo. En vez de nuestra ignorancia, acepta su sabiduría; en vez de nuestra debilidad, su fuerza; en vez de nuestro pecado, su justicia. Nuestra vida, nosotros mismos, somos ya suyos; la fe reconoce su derecho de posesión, y acepta su bendición. Se indican la verdad, la integridad y la pureza como secretos del éxito de la vida. La fe es la que nos pone en posesión de estas virtudes. Todo buen impulso o aspiración provienen de Dios; la fe recibe de Dios la vida que es lo único que puede producir crecimiento y eficiencia verdaderos” (OE, 273).
La afirmación aclara que cuando hablamos de la fe debemos tener siempre presente una distinción. Hay una clase de creencia enteramente distinta de la fe. La existencia y el poder de Dios, la verdad de su Palabra, son hechos que aún Satanás y sus huestes no pueden negar de corazón. La Biblia dice que ‘los demonios lo creen y tiemblan,’ pero esta no es fe. Donde no sólo hay una creencia en la Palabra de Dios, sino una sumisión de la voluntad a él; donde se le da a él el corazón, y los afectos se fijan en él, allí hay fe, fe que obra por el amor y purifica el alma. Mediante esta fe el corazón se renueva conforme a la imagen de Dios. Y el corazón que en su estado carnal no se sujetaba a la ley de Dios ni tampoco podía, se deleita después en sus santos preceptos…. Y la justicia de la ley se cumple en nosotros, los que no andamos conforme a la carne, más conforme al espíritu.
Hay que tomar en cuenta que antes de Enoc ser tomado por Dios y llevado al cielo, la Biblia dice abiertamente que anduvo Enoc con Dios, tomando eso por base vemos aquí tres cosas importantes: Andar con Dios, creer en Dios, buscar a Dios.
Andar con Dios
Andar con Dios es una acción, presupone algo que empieza y no se puede detenerse, incluso cuando no se está “andando” como el hecho de caminar, de moverse, uno está “andando” con Dios por el hecho de permanecer con él en todos los aspectos de la vida, inclusive es algo que inicia en el ser humano como resultado de estar en Dios y eso acontece desde el interior hacia el exterior de cada persona. Dejamos que la inspiración nos presente algunas citas importantes:
“Al consagrarnos a Dios, debemos necesariamente abandonar todo aquello que nos separaría de El. Por esto dice el Salvador: ‘Así, pues, cada uno de vosotros que no renuncia a todo cuanto posee, no puede ser mi discípulo’. Debemos renunciar a todo lo que aleje de Dios nuestro corazón. Las riquezas son el ídolo de muchos. El amor al dinero y el deseo de acumular fortunas constituyen la cadena de oro que los tiene sujetos a Satanás. Otros adoran la reputación y los honores del mundo. Una vida de comodidad egoísta, libre de responsabilidad, es el ídolo de otros. Pero estos lazos de servidumbre deben romperse. No podemos consagrar una parte de nuestro corazón al Señor, y la otra al mundo. No somos hijos de Dios a menos que lo seamos enteramente (El camino a Cristo, 44)
“Hay quienes profesan servir a Dios a la vez que confían en sus propios esfuerzos para obedecer su ley, desarrollar un carácter recto y asegurarse la salvación. Sus corazones no son movidos por algún sentimiento profundo del amor de Cristo, sino que procuran cumplir los deberes de la vida cristiana como algo que Dios les exige para ganar el cielo. Una religión tal no tiene valor alguno. Cuando Cristo mora en el corazón, el alma rebosa de tal manera de su amor y del gozo de su comunión, que se aferra a él; y contemplándole se olvida de sí misma. El amor a Cristo es el móvil de sus acciones (Ídem.)
“Todo el cielo está interesado en la entrevista entre aquel que ha sido perjudicado y el que está en error. Y cuando el que erró acepta la reprensión ofrecida con el amor de Cristo y, reconociendo su error, pide perdón a Dios y a su hermano, la alegría del cielo llena su corazón. La controversia terminó. La amistad y la confianza quedaron restauradas. El aceite del amor elimina la irritación causada por el mal. El Espíritu de Dios liga un corazón al otro; y hay en el cielo música por la unión realizada. Mientras los que están así unidos en la comunión cristiana ofrecen oración a Dios y se comprometen a obrar con justicia, a amar la misericordia y a andar humildemente con Dios, reciben gran bendición. Si se ha perjudicado a otros, continúen la obra de arrepentimiento, confesión y restitución, plenamente resueltos a hacerse bien unos a otros. Este es el cumplimiento de la ley de Cristo. “Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra” (Mateo 18:16). Tomad con vosotros personas de ánimo espiritual, y hablad de su mal al que erró. Tal vez ceda a las súplicas unidas de sus hermanos. Al ver cómo ellos están de acuerdo en el asunto, tal vez su mente quede iluminada. (Consejos para la Igleisa, p. 465).
Creer en Dios
Creer en Dios significa orientar su vida conforme a su Palabra. El hombre o la mujer que quiere agradar a los hombres jamás tendrá reposo; pero si uno cree que Dios es galardonador de los que le buscan, entonces estará en reposo. Hay descanso y paz en Dios “Sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor …” (Efesios 6:8). De otra manera, nosotros los que creemos, no nos importa lo que hagan los hombres. El bien que cada uno hiciere como resultado de fe y de andar con el Señor se recibirá del él. Eso debería ser suficiente para nosotros que creemos en Dios.
Atente para lo que afirma el articulista en el Blog Bibles for America. Creer en Cristo no es sólo recibirle en nosotros, sino estar unido a él, Aquel en quien hemos creído. Creer en él es entrar en él. Para poder ver esto, imagínese una piscina. Usted puede caminar por el borde de la piscina, observando el agua. Se puede dar cuenta que es una piscina de verdad con agua de verdad. Esto es creer en la piscina. Sin embargo, una vez que se sumerge en la piscina el agua lo cubre y lo rodea. Ya no se encuentra observando la piscina o pensando que tan agradable se ve el agua. ¡Ahora participa del agua y lo refresca al nadar en ella! Los hechos objetivos son importantes, pero la Biblia revela algo más profundo respecto al tipo de relación que Dios quiere tener con nosotros. Él no desea que meramente creamos en él de forma objetiva, reconociendo que él existe. En lugar de eso, su Palabra nos revela que al creer en Cristo, entramos en Cristo. Respecto a entrar en Cristo, en el estudio-vida de Gálatas capítulo 22, sección 1, Witness Lee habla acerca de la preposición griega eis. ¡Como resultado, nos unimos a él y podemos disfrutar! ¿Por qué es importante entender que cuando recibimos a Cristo, él entra en nosotros y nosotros entramos en él? Entender esto nos ayuda a darnos cuenta que la salvación de Dios en Cristo para nosotros es experimentarlo no solamente al principio de nuestra salvación, sino diariamente. Antes de ser salvos Dios estaba fuera de nosotros y personalmente no teníamos nada que ver con él. Sin embargo, cuando creímos en él, ¡entramos en él y él entró en nosotros! Llegamos a ser uno con él de una forma real. Ahora podemos experimentar esta unión con él diariamente. Creer en el Señor nos permite experimentarle y conocerle personalmente y subjetivamente. ¡Esta es la base de nuestra vida cristiana!
Quiero dar énfasis en la experiencia personal y diaria, eso es creer en Dios, es estar en él, estar con él y dejar que él lo posee, domine y conduzca, no un mero sentir o declarar que sea, es acción, es la misma vida de uno. Hay que reconocer y aceptar lo que nos dice Dios: “De modo que ya no te perteneces, porque fuiste comprado por precio”. “Sabiendo que fuisteis redimidos, … no con cosas corruptibles, como plata y oro, sino con preciosa sangre, la de Cristo, como de un cordero sin defecto e inmaculado”. Mediante este sencillo acto de creer en Dios, el Espíritu Santo engendró nueva vida en tu corazón. Eres como un niño nacido en la familia de Dios, y él te ama como a su Hijo. Ahora bien, ya que te has consagrado al Señor Jesús, no vuelvas atrás, no te separes de él, mas repite todos los días: “Soy de Cristo; le pertenezco;” pídele que te dé su Espíritu y que te guarde por su gracia. Así como consagrándote a Dios y creyendo en él llegaste a ser su hijo, así también debes vivir en él. Dice el apóstol: “De la manera, pues, que recibisteis a Cristo Jesús el Señor, así andad en él” (El camino a Cristo, 51 y 52)
“Algunos parecen creer que deben estar a prueba y que deben demostrar al Señor que se han reformado, antes de poder contar con su bendición. Sin embargo, ahora mismo pueden pedirla a Dios. Deben tener su gracia, el Espíritu de Cristo, para que les ayude en sus flaquezas; de otra manera no podrían resistir al mal. El Señor Jesús se complace en que vayamos a él como somos: pecaminosos, sin fuerza, necesitados. Podemos ir con toda nuestra debilidad, insensatez y maldad, y caer arrepentidos a sus pies. Es su gloria estrecharnos en los brazos de su amor, vendar nuestras heridas y limpiarnos de toda impureza. Miles se equivocan en esto: no creen que el Señor Jesús los perdone personal e individualmente. No creen al pie de la letra lo que Dios dice. Es privilegio de todos los que llenan las condiciones saber por sí mismos que el perdón de todo pecado es gratuito. Alejad la sospecha de que las promesas de Dios no son para vosotros. Son para todo pecador arrepentido. Cristo ha provisto fuerza y gracia para que los ángeles ministradores las comuniquen a toda alma creyente. Nadie es tan pecador que no pueda hallar fuerza, pureza y justicia en Jesús, quien murió por todos. Èl está aguardando para quitarles sus vestiduras manchadas y contaminadas de pecado y ponerles los mantos blancos de la justicia; les ordena vivir, y no morir” (Ídem).
Buscar a Dios
Con lo que hemos considerado, el buscar es algo imperativo y a la vez resuldado de andar y creer en Dios. Debes buscarlo en la certeza de que vas a encontrarlo, hasta encontrarlo. Imagínate una caja con heramientas, pernos, tornillos, cables y muchas otras cosas, de estas que la tenemos en casa para los arreglos. Quieres encontra a algo que sabes que está en esta caja, tu mismo lo pusiste, no dudas en encontrarlo y logicamente al necesitarlo se para a buscarlo, se sienta, desparama todas las cosa de esta caja sobre una mesa, en algun lugar y luego va tomando cada pieza o herramienta y poniendo de regreso en la caja y luego tus ojos se fija en algo, parece, lo es, lo encontraste. Este es buscar con fe, con seguridad, con certeza, hasta encontrarlo, dedicándose a eso y logicamente lo encuetra. De esta manera, Hebreos nos dice que debemos buscarlo y Jeremías afirma que hacerlo así es hacerlo de todo corazón, resultado: vas a encontrarlo.
Vamos a tomar un tiempo en oración y apreciar algunas citas que las separé para esta seción, ellas nos van a llenar al corazón pues son inspiradas, apreciemos estas citas de Elena de White.
“El Señor mira con lástima a los que se dejan recargar con preocupaciones domésticas y perplejidades comerciales. Se enredan con demasiado servicio y descuidan lo que es esencial. El Salvador dice: Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”’ (Mateo 6:33). Esto significa que hay que apartar la vista de este mundo para dirigirla hacia lo que es eterno. Realizad vuestros esfuerzos más diligentes para obtener las cosas que Dios estima de valor y por las cuales Cristo dio su vida preciosa a fin de que vosotros podáis obtenerlas. Su sacrificio ha abierto de par en par las puertas del comercio celestial. Depositad vuestro tesoro junto al trono de Dios haciendo con el capital que os ha confiado la obra que él desea que se realice en la ganancia de almas al conocimiento de la verdad. Esto os asegurará las riquezas eternas…” (Consejos sobre mayordomía cristiana, 237)
“Mis hermanos y hermanas, buscad al Señor mientras pueda ser hallado. Viene un período cuando los que han malgastado su tiempo y oportunidades desearán haber buscado al Señor […]. Él quiere que os mantengáis de parte de la razón y del trabajo. Quiere que vayáis a vuestras iglesias para trabajar fervientemente para él. Quiere que organicéis reuniones para los que no pertenecen a la iglesia, a fin de que conozcan las verdades de este último mensaje de amonestación. Hay lugares donde seréis recibidos con alegría, donde las almas os agradecerán por ir en su ayuda. El Señor os ayude a ocuparos de esa obra como nunca lo habéis hecho antes. ¿Haréis esto? ¿Os pondréis de pie aquí y testificaréis de que haréis de Dios vuestra confianza y vuestro ayudador?” (Hijos de Dios, p. 244).
“Tened cuidado con las dilaciones. No posterguéis la obra de abandonar vuestros pecados y buscar la pureza del corazón por medio del Señor Jesús. En esto es donde miles y miles han errado a costa de su perdición eterna. No insistiré aquí en la brevedad e incertidumbre de la vida; pero se corre un terrible peligro, que no se comprende lo suficiente, cuando se posterga el acto de ceder a la voz suplicante del Santo Espíritu de Dios y se prefiere vivir en el pecado, porque tal demora consiste realmente en esto. No se puede continuar en el pecado, por pequeño que se lo considere, sin correr el riesgo de una pérdida infinita. Lo que no venzamos nos vencerá a nosotros y nos destruirá.” (El camino a Cristo, 32)
“Buscad al Señor. Cuando lo halléis, seréis mansos y humildes de corazón.” (Consejos sobre el régimen alimeticio, 347)
“Los que sienten el amor constreñidor de Dios no preguntan cuánto es lo menos que pueden darle para satisfacer lo que él requiere; no preguntan cuál es la norma más baja que acepta, sino que aspiran a una vida de completa conformidad con la voluntad de su Redentor. Con ardiente deseo lo entregan todo y manifiestan un interés proporcional al valor del objeto que procuran. El profesar que se pertenece a Cristo sin sentir ese amor profundo, es mera charla, árido formalismo, gravosa y vil tarea” (El camino a Cristo, 45)
“Muchos corazones orgullosos preguntan: ‘¿Por qué necesitamos arrepentirnos y humillarnos antes de poder tener la seguridad de que somos aceptados por Dios?’ Mirad a Cristo. En él no había pecado alguno, y lo que es más, era el Príncipe del cielo; y sin embargo, por causa del hombre se hizo pecado. “Con los transgresores fue contado: y él mismo llevó el pecado de muchos, y por los transgresores intercedió”. ¿Y qué abandonamos cuando lo damos todo? Un corazón manchado de pecado, para que el Señor Jesús lo purifique y lo limpie con su propia sangre, para que lo salve con su incomparable amor. ¡Y sin embargo, los hombres hallan difícil renunciar a todo! Me avergüenzo de oírlo decir y de escribirlo” (Íbidem, 46)
“Dios no nos pide que renunciemos a cosa alguna cuya retención contribuiría a nuestro mayor provecho. En todo lo que hace, tiene presente el bienestar de sus hijos. ¡Ojalá que todos aquellos que no han decidido seguir a Cristo pudieran comprender que él tiene algo muchísimo mejor que ofrecerles que cuanto están buscando por sí mismos! El hombre inflige el mayor perjuicio e injusticia a su propia alma cuando piensa y obra de un modo contrario a la voluntad de Dios. Ningún gozo real puede haber en la senda prohibida por Aquel que conoce lo que es mejor y proyecta el bien de sus criaturas. La senda de la transgresión es el camino de la miseria y la destrucción” (Ibidem)
“Por medio del debido ejercicio de la voluntad, puede obrarse un cambio completo en vuestra vida. Al dar vuestra voluntad a Cristo, os unís con el poder que está sobre todo principado y potestad. Tendréis fuerza de lo alto para sosteneros firmes, y rindiéndoos así constantemente a Dios seréis fortalecidos para vivir una vida nueva, es a saber, la vida de la fe” (Ibidem, 48)
Conclusión
La afirmación bíblica es clara y contundente, el que lo busca de todo corazón lo encuentra y él se torna galardonador de este, por buscarlo. Buscarlo es una actitud de continuo, que en si mismo ya involucra otras acciones esenciales en la vida cristiana: andar con Dios como resultado de aceptarlo y creer en él y a la vez andar con Dios lleva a uno a creer en Dios. Una experiencia personal, sustancial, que se desarrolla, crece y profundiza como si fuera automático a cada paso que uno da caminado con él, creyendo en él y buscándolo. Lo encuentra, lo posee, es poseido por Dios que dirije su vida, una vida depedente que permanece con él. Esta es la linda experiencia de la comunión con Dios, y eso es la misma vida de uno que lo acepta, si necesitas tener comunión con Dios. ¡Empiézala ya!