Apesar de sonar agresiva, la primera parte del título de este editorial fue extraída del Salmo 91:5 y 6, en la versión Douay-Rheims. El texto dice: “Su verdad te cercará como un escudo, tú no tendrás miedo del terror de la noche, de la echa que vuela de día, de la peste que anda en lo oscuro, de la invasión o del demonio del mediodía”. El escritor estadounidense Andrew Solomon se inspiró en esos versículos para dar nombre a una de sus principales obras: O demônio do Meio-Dia: Uma anatomía da depressão [El demonio del mediodía: una anatomía de la depresión] (2001). En cierto párrafo del libro, el autor describe la enfermedad como “el sufrimiento emocional que se impone sobre nosotros contra nuestra voluntad y después se libra de sus circunstancias exteriores” (p. 16).
De hecho, esa realidad se ha transformado en un hecho cada vez más común en nuestra vida cotidiana. La Investigación Nacional de Salud, realizada en 2014 en la República del Brasil, indica esa tendencia. De acuerdo con este estudio, en ese momento, la enfermedad alcanzaba aproximadamente a 11 millones de personas de 18 años de edad o más. Esa cifra representaba más del 7% de la población brasileña. Frente a esta constatación, es natural que en algún momento, como pastores y líderes, nosotros nos enfrentemos con alguna de las siguientes situaciones:
Miembros de iglesia afectados por la depresión
Si, en un ejercicio simple, proyectamos el porcentaje nacional de personas afec-
tadas por esta enfermedad al número de adventistas que hay en el Brasil, tendremos entonces la cifra signi cativa de casi 105 mil personas que la padecen. ¿Cuál es nuestra reacción frente a un miembro de iglesia cuando relata su angustia provocada por la depresión? Sin duda, en ocasiones como esas, la intervención del pastor puede significar un bálsamo, o una hiel, en la vida de alguien que está sufriendo con este, que es considerado el “mal del siglo”.
Familiares afectados por la depresión
Como líderes cristianos, sufrimos con las angustias de nuestros hermanos en la fe. Sin embargo, es natural que el dolor de aquellos que son más próximos a nosotros sea sentido con mayor intensidad. La depresión está rondando el hogar de muchos siervos de Dios y alcanzando a sus familiares próximos. ¿Qué debemos hacer, cuando esto sucede? Para varios ministros, esta situación ha sido un fardo muy difícil de soportar. Un sentimiento de incapacidad se apodera de nosotros, y muchos se culpan por no haber logrado ayudar efectivamente a la persona querida. Además de esto, algunos temen que esa angustia familiar trascienda los límites del hogar y alcance al contexto de la congregación o del distrito pastoral. Desgraciadamente, a pesar de saber que la depresión es una enfermedad, muchos dirigentes recelan de que, de alguna manera, los miembros de iglesia los miren de “manera diferente”, o que el pariente afectado por la enfermedad sea “mal visto”.
Podemos ser afectados por la depresión
Sí, la enfermedad puede alcanzarnos. Algunos pastores se resisten ante esta posibilidad, pero es real y progresiva. Como algo inherente a su posición, el líder cristiano ejerce un rol fundamental en la conducción de la iglesia. Sus actitudes son imprescindibles para que sean alcanzados objetivos misioneros y que el evangelio sea predicado al mayor número de personas. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando él mismo es alcanzado por la depresión? Su visión del mundo se vuelve negativa, distorsionada, y el propio sentido de la vida y de la misión se pierde en un enmarañado de emociones confusas. De esa manera, el modo en que el pastor se relaciona consigo mismo, con la familia y con los miembros de la iglesia se altera profundamente. Lamentablemente, muchos buenos soldados de Cristo fueron abatidos de tal manera por esta enfermedad que jamás pudieron recomponerse plenamente en su ministerio.
Aunque inevitables, esas situaciones pueden ser superadas. Aunque el “demonio del mediodía” nos aceche, “el Sol de justicia en sus alas traerá salvación” (Mal. 4:2), a la medianoche de la depresión. El poder divino disponible para superar la depresión, la visión bíblica integral del ser humano, y el auxilio de profesionales y de recursos adecuados para combatir la enfermedad son elementos fundamentales en el proceso de restauración.
En relación con nosotros, pastores y líderes cristianos, necesitamos conocer acerca del tema, saber aconsejar frente a estas circunstancias y actuar con e cacia, dentro de nuestro ámbito de desempeño. De esa manera testi caremos, en la vida de aquellos que sufren por causa de la depresión, el cumplimiento de la promesa: “Con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glori caré. Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación” (Sal. 91:15, 16).