La Escritura y la experiencia
Pr. Alberto A.Timm
La Reforma Protestante del siglo XVI estuvo basada originalmente en el principio hermenéutico de Sola Scriptura (la exclusividad de la Escritura). Se puso mucho énfasis en el significado histórico-gramatical del texto bíblico. Otras fuentes de conocimiento religioso, como la tradición, la razón y la experiencia, fueron considerados aceptables solo si estaban en armonía con lo que se comprendía como las enseñanzas de la Palabra de Dios. Pero este enfoque ha perdido mucho de su poder bajo la influencia del existencialismo filosófico, la teología del encuentro, el pentecostalismo y el posmodernismo. Hoy muchos cristianos confían más en su propia experiencia subjetiva que en las enseñanzas objetivas de la Escritura.
Por contraste, los adventistas del séptimo día se perciben a sí mismos como un movimiento profético del tiempo del fin levantado por Dios “que sostendrá la Biblia y la solo Biblia, como piedra de toque de todas las doctrinas y base de todas las reformas”.i Aun así, si la verdadera religión cristiana consiste en una experiencia viva con Dios y ser leal a las enseñanzas de las Escrituras, ¿qué roles específicos juegan la Escritura y la experiencia en la vida cristiana? ¿Cómo pueden ser integradas para evitar el riesgo de poner demasiado énfasis en una en detrimento de la otra?
El presente artículo discute brevemente cuatro intentos distintivos de integrar la Escritura y la experiencia en la vida cristiana. El propósito principal es evaluar de forma crítica cada uno de esos intentos a la luz de la Palabra de Dios, tratando de identificar el modelo que mejor refleje la perspectiva bíblica del tema.
- La Escritura anula la experiencia
Las denominaciones cristianas tienden a lo largo del tiempo a remplazar las enseñanzas de la Escritura por componentes anti bíblicos de la cultura contemporánea.ii Con la intención de revertir ese proceso, algunas personas terminan anulando la experiencia personal por un fuerte énfasis en las enseñanzas de la Escritura. Bajo este modelo, la dimensión objetiva de la religión habla mucho más alto que la dimensión subjetiva, y la obediencia a un determinado cuerpo de reglas eclipsa a una relación viva con Cristo. Los resultados naturales de este enfoque pueden ser el formalismo y el legalismo.
Sin duda, el contenido cognitivo de la Escritura juega un papel fundamental dentro de la vida cristiana. El apóstol Pablo argumenta que, para que alguien crea en Dios, la persona tiene que tener un conocimiento objetivo de Dios (Rom. 10:13-15). Según Alister McGrath, “no solo creemos en Dios, creemos ciertas cosas bien definidas acerca de él. En otras palabras, la fe tiene un contenido así como también un objeto”.iii
Cristo definió a sus seguidores genuinos como aquellos que viven por “toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4),iv y escuchan sus “palabras” y las “pone[n] en práctica” (Mat. 7:24). En el Apocalipsis de Juan somos advertidos que “Si alguno le añade algo” a las profecías de ese libro, “Dios le añadirá a él las plagas descritas” en ese libro; y “si alguno quita palabras de este libro de profecía”, “Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa” (Apocalipsis 22:18, 19). Y Pedro añade: “Esto ha venido a confirmarnos la palabra de los profetas, a la cual ustedes hacen bien en prestar atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en sus corazones” (2 Ped. 1:19). Entonces, no se nos permite ignorar las palabras de la Escritura, porque de hecho es la Palabra de Dios en lenguaje humano.
Sin embargo, aunque las doctrinas bíblicas son significativas, la verdadera religión es mucho más que solo convicciones intelectuales. Significa una conversión espiritual que trabaja desde el interior hacia el exterior de la persona (ver Juan 3:1-21), para que la persona sea una “nueva creación” (2 Cor. 5:17). Ni el racionalismo ni el activismo social pueden generar tal experiencia salvífica.
- La experiencia anula la Escritura
Alejándose del frío formalismo de una religión meramente intelectual, muchos cristianos han anulado el componente cognitivo de la Escritura con una forma de religión del tipo existencialista o carismática.v Para este proceso fue muy influyente la obra I and Thou de Martin Buber, sugiriendo que nuestras relaciones formales “Yo-Ello” deberían ser reemplazadas por relaciones más personales “Yo-Tú”; eso es, tratar a las personas (y a Dios) como personas con quienes podemos formar relaciones gratificantes en lugar de como objetos para satisfacer nuestras necesidades.vi Este enfoque ha ayudado a dar forma a la llamada “teología del encuentro”,vii donde conocer a Dios personal e individualmente es el objetivo más que conocer acerca de él.viii
Muchos cristianos modernos, quienes confían en la supuesta “voz del Espíritu” hablando a sus propias mentes más que en el texto bíblico, tratan de justificar esta actitud con la afirmación de Pablo que “porque la letra [gramma] mata, pero el Espíritu [pneuma] da vida” (2 Cor. 3:6). Pero el contexto de la afirmación revela que Pablo simplemente está contrastando el antiguo y el nuevo pacto. El antiguo pacto (referido como “la letra”) era de hecho una sombra limitada del nuevo (ver Heb. 8). Sin embargo, si asumimos que el antiguo en su esencia era defectuoso, entonces también tenemos que asumir que Dios estableció una forma errónea de salvación para Israel. El problema no era con el pacto mismo, sino con su mala interpretación, en primer lugar, por parte del antiguo Israel y, después, por la iglesia de Corinto. Ralph Martin sugiere que la “letra” aquí se refiere a “cierta interpretación de la Torá que prevalecía en Corinto” o, en otras palabras, “un mal uso de la ley de Moisés vista como un fin en sí misma y que no logra apreciar su verdadero propósito (Rom. 10:4 telos) el de llevar hacia Cristo, su cumplimiento (Gal. 3:24)”.ix
A pesar de las distorsiones propuestas tanto por la teología del encuentro como por la teología carismática, la experiencia personal con Dios es básica para la religión cristiana. En contraste con el énfasis griego en conocerse a sí mismo, la Biblia ubica la relación con Dios como la base del verdadero conocimiento. Isaías invitó a Israel: “Busquen al Señor mientras se deje encontrar, llámenlo mientras esté cercano” (Isa. 55:6). Oseas añadió: “Conozcamos, pues, esforcémonos por conocer al Señor […]” (Ose. 6:3 NBLA). Jesús declaró que la “vida eterna” significa conocer tanto a Dios el Padre como a Jesucristo mismo (Juan 17:3). Tal conocimiento incluye un profundo aspecto racional, bien expresado en la analogía de la vid y los pámpanos presentada por Cristo mismo (Juan 15:1-17), la expresión de Pablo “en Cristo” (Rom. 8:1, 39; 16:3, 7, 9, 10; 1 Cor. 1:30; 2 Cor. 5:17; Gal. 1:22; 5:6; Efe. 1:13) y la mención de Juan de tener al “Hijo de Dios” (1 Juan 5:12).
Reconociendo que tanto la Escritura como la experiencia tienen un papel fundamental dentro de la religión cristiana, todavía queda la necesidad de considerar más detalladamente cómo se interrelacionan con la vida cristiana.
- La experiencia es igual a la Escritura
Al ver la necesidad de mantener juntas tanto a la Escritura como a la experiencia, algunos cristianos están tentados a igualar la experiencia con la Escritura. Un ejemplo clásico de esto es el llamado “cuadrilatero wesleyano”, en el cual la Escritura, la tradición, la razón y la experiencia son colocados en el mismo nivel de autoridad. Sin embargo, Donald A. D. Thorsen señala que la imagen de un cuadrilátero puede no ser la mejor representación de la teología de John Wesley:
“Si uno insiste en elegir una figura geométrica como un paradigma para Wesley, un tetraedro, una pirámide tetraédrica, sería más apropiada. La Escritura serviría como la base de la pirámide, con los tres lados etiquetados como tradición, razón y experiencia como fuentes complementarias, pero no primarias de autoridad religiosa”.x
Cualquier intento de elevar la experiencia al mismo nivel de la Escritura crea un cierto tipo de lealtad dividida, en la cual a veces la Escritura rechaza a la experiencia y otras veces la experiencia reemplaza a la Escritura. Algunas veces la razón humana y el gusto personal deciden cuál de estos elementos deben tener la primacía. Entonces, las enseñanzas de la Biblia con las que uno está de acuerdo y las que nos gustan son reconocidas como normativas. Por otro lado, esas porciones de la Escritura que uno considera sin sentido o que no nos gustan son consideradas como culturalmente condicionadas y obsoletas. Aunque la autoridad de la Escritura es reconocida, la autoridad con frecuencia es eclipsada por la experiencia.
En contraste con la teología del encuentro y la teología carismática, que tienden a reemplazar la Escritura con la experiencia, el texto bíblico mismo parece ser tomado de forma más seria en la hermenéutica postmoderna. Pero, al emplear “criticismo orientado al lector” en conexión con la Escritura,xi el enfoque posmoderno no está tan preocupado por lo que de hecho dice el texto bíblico o cómo era comprendido por sus lectores originales, sino con cómo las personas hoy comprenden el texto y qué significado de hecho tiene para ellos. Al mover el foco de autoridad de la Escritura a los lectores, los posmodernistas abren el texto bíblico a una variedad de interpretaciones subjetivas que son todas igual de válidas. Consecuentemente, ya no hay una clara y consistente Palabra de Dios, sino muchas palabras conflictivas atribuidas supuestamente a Dios.
Tratando el tema de “relevancia y ambigüedad de la experiencia”, Anthony C. Thiselton advierte que si la experiencia “es abstraída de la Escritura, la tradición y la razón, es notoriamente capaz de interpretación inestable o diversa”.xii Entonces, para evitar este peligro, tenemos que tomar seriamente en consideración lo que la Biblia dice acerca de sí misma y de su relación con la experiencia.
- Experiencia de meditación en la Escritura
La Biblia afirma claramente que nuestra experiencia de salvación con Dios tiene que ser informada y mediada por la palabra escrita de Dios. En el libro de Salmos, la palabra de Dios es llamada de forma metafórica una “lámpara” a nuestros pies y una “luz” en nuestro sendero (Sal. 119:105). Cristo dijo que sus seguidores deberían vivir “de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4). Pablo explica: “porque «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo». Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? ¿Y quién predicará sin ser enviado?” (Rom. 10:13-15). Esas y otras invitaciones bíblicas a vivir fielmente por la Palabra de Dios implican que la Palabra precede a la experiencia. Según Artur Weiser, “la fe es siempre la reacción del hombre a la acción primaria de Dios”.xiii
Las evidencias de la Escritura indican que la “palabra” por la cual los cristianos deben vivir no son impresiones subjetivas del Espíritu Santo en la conciencia del cristiano. Esa “palabra” se refiere a las voces proféticas objetivas registradas en la Escritura. Isaías advierte: “«¡Aténganse a la ley y al testimonio!». Para quienes no se atengan a esto, no habrá un amanecer” (Isa. 8:20). El apóstol Pedro explica: “Esto ha venido a confirmarnos la palabra de los profetas, a la cual ustedes hacen bien en prestar atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en sus corazones. Ante todo, tengan muy presente que ninguna profecía de la Escritura surge de la interpretación particular de nadie. Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo” (2 Ped. 1:19-21).
Incluso al aceptar la primacía de la Escritura sobre la experiencia, muchos cristianos hoy leen la Biblia no para aprender la verdad, sino para nutrir su relación mística con Cristo.xiv La obediencia a los valiosos componentes de la ética bíblica se considera como espontáneamente derivada de una relación personal con Cristo. Los componentes que no derivan de esa forma son considerados sin sentido e irrelevantes. Aunque la noción sea atractiva, debemos darnos cuenta que aceptar a Cristo como Salvador personal no nos lleva automáticamente a una obediencia concreta a los componentes del estilo de vida como la observancia del sábado, la devolución del diezmo, y la reforma de salud. Cuando alguien acepta a Cristo, el principio y la motivación para la obediencia se implantan en su vida (ver Fil. 2:13), no dando espacio alguno para el mérito humano en la salvación; pero la obediencia en términos concretos tiene que ser aprendida de la Escritura.
Hablando de la experiencia del propio Cristo, la Biblia afirma que siguió “creciendo en sabiduría” (Luc. 2:52). Elena G. White añade que “De labios de ella [María] y de los rollos de los profetas, [Jesús] aprendió las cosas celestiales. Las mismas palabras que él había hablado a Israel por medio de Moisés, le fueron enseñadas sobre las rodillas de su madre”.xv Y el apóstol Pablo aconseja a Timoteo a permanecer “firme en lo que has aprendido y de lo cual estás convencido, pues sabes de quiénes lo aprendiste. Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús” (2 Tim. 3:14, 15). Esto significa que el conocimiento salvador de Dios debe ser aprendido de la Escritura y puesto en práctica en la vida diaria.
Observaciones finales
Ya que la verdadera religión cristiana es una experiencia personal con Dios y con los seres humanos (Mat. 22:34-40), no podemos descartar su elemento experiencial sin arruinar toda nuestra religión. Pero hoy, muchos cristianos están aceptando un enfoque centrado en la experiencia, lo que deja a la Escritura abierta a una gran variedad de interpretaciones subjetivas. Aquellos que apoyan el principio de sola Scriptura nunca considerarán que la experiencia está a un nivel superior o igual que la Escritura. El mismo Espíritu Santo que inspiró a los profetas canónicos guiará a los creyentes a una completa conformidad con la Palabra de Dios. Según las palabras del propio Cristo, “Pero, cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad” (Juan 16:13). “Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad” (Juan 17:17). En otras palabras, nuestra experiencia debe ser mediada y guiada por la Escritura. Esto significa que nuestra experiencia personal con Dios, en lugar de apartarnos de su Palabra, debería acercarnos cada vez más a ella.
El pensamiento independiente se considera como una característica básica de una persona madura. Sin duda, los cristianos deberían ser “pensadores, y no meros reflectores de los pensamientos de otros hombres”.xvi Pero, al mismo tiempo, la madurez cristiana también significa volverse cada vez más dependiente de Dios y su Palabra. En realidad “«todo mortal es como la hierba, y toda su gloria como la flor del campo. La hierba se seca y la flor se marchita, porque el aliento del Señor sopla sobre ellas. Sin duda, el pueblo es hierba. La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre»” (Isa. 40:6-8).
Alberto Timm es el rector del Seminario Adventista Latinoamericano de Teología y coordinador de Espíritu de Profecía para la División Sudamericana de los adventistas del séptimo día.