Salmo 23 – El Señor es mi Pastor, nada me faltará…

Salmo 23 – El Señor es mi Pastor, nada me faltará…

Salmo 23 – El Señor es mi Pastor, nada me faltará…

Charles L. Allen

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  1. Una fórmula para el pensamiento.

    Un pastor recibió la visita de un hombre que admira muchísimo. Había comenzado a trabajar en cierta empresa, muchos años atrás, ejerciendo una función inferior, pero con muchos deseos de vencer. Había sido dotado de muchas habilidades, y de una gran energía, y le dio un buen uso. Hoy, ese hombre es el presidente de la compañía, y posee todo lo que el cargo representa.

 

Sin embargo, durante la trayectoria que lo llevaría a esta posición, él no obtuvo felicidad personal. Se volvió nervioso, tenso, preocupado, enfermizo. Uno de sus médicos le sugirió que buscara a un pastor.

 

 Conversó junto con el pastor sobre los remedios que le habían recetado y que había tomado. Después, el pastor tomó una hoja de papel y le dio su receta: leer el Salmo 23 cinco veces por día durante una semana. Le dijo que lo cumpliera exactamente como se lo había indicado. Primero, debería leerlo por la mañana al despertarse, con detenimiento, meditando bien en las palabras, y con espíritu de oración. También lo leería después del desayuno, del mismo modo. Lo leería después del almuerzo, y nuevamente después de cenar, y finalmente antes de dormir. 

 

La lectura no podía ser rápida, apresurada. Tendría que detenerse en cada frase, y dejar que la mente se embebiera bien del significado de cada una. El pastor le aseguró que en una semana las cosas cambiarían. 

 

Esto puede parecer demasiado sencillo, pero en realidad no lo es. El Salmo 23 es uno de los textos de prosas más poderosos que existen, obra maravillas en el corazón de cualquiera. Yo ya le indiqué el estudio a varias personas, y todos los que lo hicieron obtuvieron buenos resultados. Puede cambiar toda una vida en siete días.

 

Cierto hombre dijo que no tenía tiempo para leerlo durante el día, por eso leería las cinco veces por la mañana. Sin embargo, si un médico le recetara un remedio para tomarlo después de las comidas, de tantas en tantas horas, ni él ni nadie, en sano juicio, tomaría todas las dosis de una vez.

 

Algunas personas me dijeron que después de dos o tres días de meditación, creen que ya lo conocen bien, y no lo leen más; solo se detienen a meditar en él durante el día. Esto no resuelve el problema. Para obtener buenos resultados, el estudio necesita hacerse de la manera indicada. 

 

El filósofo Ralph Waldo Emerson dijo: “El hombre es lo que piensa constantemente”. Marco Aurelio afirmó: “La vida del hombre es lo que sus pensamientos hacen”. Norman Vincent Peale: “Cambie sus pensamientos y cambiará su mundo”. Y la Biblia enseña: “Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Prov. 23:7).

 

El Salmo 23 es una fórmula por la cual podemos modelar nuestro pensamiento. Cuando saturamos la mente con las verdades que encontramos en ella, adquirimos un modo nuevo de pensar, una nueva forma de vida. El salmo no es muy largo. Cualquiera puede memorizarlo con facilidad en poco tiempo. Y en realidad muchas personas lo saben de memoria. Sin embargo, el poder de este salmo no está en memorizar las palabras, sino en meditar en los pensamientos que contiene.

 

El valor de este texto está en el hecho de que representa una visión positiva de la vida, una visión de esperanza y llena de fe. Creemos que fue escrito por David, el mismo David que tuvo un capítulo negro en su pasado, un capítulo de pecado y de derrota. Sin embargo, él no perdió tiempo lamentándose, remedió el hecho. 

Aquí, el Rey David está animado por el mismo espíritu que llevó al apóstol Pablo a escribir: “[… olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13, 14), o el mismo espíritu que dominaba al Señor cuando dijo: “Ni yo te condeno; vete y no peques más” (Juan 8:11).

Léalo como se indicó. Dentro de siete días, usted tendrá un modo nuevo y valioso de pensar, que estará firmemente arraigado en su mente, obrará cambios maravillosos en su línea de razonamiento y le dará una vida nueva. 

 

  1. El Señor es mi pastor; nada me faltará. 

 

Después de la Segunda Guerra Mundial, los ejércitos aliados recogieron a miles de niños sin hogar y hambrientos, y los llevaron a alojamientos especiales. Allí esos niños fueron alimentados y tratados. Sin embargo, por la noche no podían dormir bien. Parecían siempre inquietos y temerosos.

 

Por fin, un psicólogo descubrió la razón del problema y cómo solucionarlo; se trataba de inseguridad. Entonces, decidieron que, cuando los niños fueran a dormir, recibirían una rodaja de pan para sostener. Ese pedazo de pan no era para que lo comieran; solo debían sostenerlo. Si demostraban el deseo de comerlo, debían recibir otra rodaja de pan, pero no podían comerla.

 

El pedazo de pan produjo resultados milagrosos. Los niños dormían con la seguridad subconsciente de que tendrían algo para comer al día siguiente. Eso les proporcionaba un sueño tranquilo y en calma.

 

En el Salmo 23, David habla de la presencia de este sentimiento de seguridad en el corazón de la oveja, cuando dijo: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”. La oveja sabe por instinto que el pastor tiene reservas para alimentarlos al día siguiente, pues si tiene provisiones para hoy, tendrá para el futuro también. Entonces se acuesta tranquilamente, teniendo en la mano, hablando figuradamente, un pedazo de pan.

 

Como vemos, este salmo no comienza con un pedido, sino con una declaración sencilla de un hecho: “Jehová es mi pastor, nada me faltará” No necesitamos suplicar bendiciones a Dios.

 

Roy Smith ya lo dijo (y otros pensadores cristianos también): “Dios tiene las provisiones necesarias para atender nuestras necesidades, tiene preparadas provisiones antes de que tengamos necesidad de ellas”. Antes de que comenzáramos a sentir frío, Dios ya había reservado petróleo, carbón y gas en el subsuelo para que pudiéramos calentarnos. Ya sabía que sentiríamos hambre, y por eso, antes de crear al hombre, Dios preparó la tierra fértil y puso la vida dentro de cada semilla. “vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”, dijo Jesús (Mat. 6:8).

 

La mayor parte de nuestras preocupaciones es por el día de mañana, como sucedió a las mujeres que se encaminaban al sepulcro de Cristo. Ellas no pudieron apreciar las bellezas de ese sol matinal y de las flores que bordeaban el camino. Estaban preocupadas con la cuestión de quién les correría la piedra de la puerta del sepulcro. Al llegar allá, vieron que ya estaba corrida. 

 

En el otro pasaje (Sal. 37:25), vemos el comentario de David: “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan”. Pensando bien, yo tampoco, ¿y usted?

 

Toda especie de vida viene de Dios. Esto incluye mi vida también. Dios cuida de las aves del cielo y de la hierba en el campo. Y Jesús nos pide que notemos que, si Dios hace tanto por un simple pájaro y por una flor silvestre, cuánto más hará por nosotros (Mat. 6:25, 34).

 

El apóstol Pablo dijo lo siguiente: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4:19). David expresa la misma idea aquí en este versículo: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”. Si creemos esto podremos trabajar y vivir hoy sin preocuparnos por el mañana.


  1. En lugares de delicados pastos me hará descansar

    Cierta mañana, un pastor, mientras se preparaba para comenzar otro día completo de trabajo sintió un dolor en la espalda. Mencionó el hecho a su esposa, seguro de que la incomodidad era pasajera. Sin embargo, ella le insistió que consultara a un médico. Este le ordenó su internación inmediata.

 

No se sintió feliz de estar en el hospital. No tenía tiempo que desperdiciar, no podía quedarse en cama. La agenda estaba repleta de anotaciones de actividades, pero el médico le dijo que cancelara todos los compromisos que había hecho para los próximos 30 días. Recibió la visita de un querido amigo suyo, también pastor, quien le dijo: “Charles, quiero recordarte solo una cosa: “[Él] me hará descansar…”

 

Mucho después que terminó la visita y haber salido, el pastor todavía estaba allí, acostado, pensando en el Salmo 23. Recordó cómo el pastor oriental sale con las ovejas al campo a las cuatro de la mañana. Mientras pastan, están siempre en movimiento, nunca se detienen.

 

Alrededor de las diez, el sol ya está calentando y las ovejas comienzan a sentir calor; están cansadas y sedientas. El pastor inteligente sabe que no pueden beber agua en esas condiciones, y con el estómago lleno de hierba todavía no completamente digerida. 

 

Por eso, las lleva a un lugar fresco y tranquilo de esos pastos verdes y hace que descansen allí. Cuando está en reposo, la oveja no pasta, y comienza a rumiar, su manera natural de proceder a la digestión. 

Si estudiamos la vida de los grandes hombres, veremos que cada uno, a cierta altura de su existencia, se retiró un poco del bullicio de la sociedad para entregarse a un período de descanso y meditación. Los grandes poemas de la literatura no fueron escritos en medio del bullicio de las calles con movimiento. Las más bellas canciones no fueron producidas entre el clamor de las multitudes. Tenemos visiones de Dios solo cuando nos detenemos. El salmista dijo: “Estad quietos y conoced que yo soy Dios” (Sal. 46:10).

 

  • Elías no encontró a Dios ni en el terremoto, ni en el fuego, sino en la voz suave y apacible.
  • Moisés vio la zarza ardiente cuando estaba solo en la colina.
  • Saulo de Tarso transitaba un camino desierto, yendo a Damasco, cuando tuvo la visión celestial.
  • Jesús, también, a veces salía a un lugar a parte para orar.

 

Tal vez, detenerse sea una de las cosas más difíciles para nosotros. Nos gusta estar trabajando para el Señor, cantar, predicar, enseñar. Estamos dispuestos hasta a una cierta medida de sacrificio. Nos gusta cantar alegremente himnos como “Estas manos Dios me dio”, “Trabajad, trabajad, somos siervos de Dios”, etc.

 

Casi nunca recordamos que antes de enviar a sus discípulos para conquistar el mundo, Jesús les dijo que esperaran en oración el poder del Espíritu Santo. 

 

A veces, Dios permite que nos enfermemos para obligarnos a mirar hacia arriba. “[…] me hace descansar” Y muchas veces nos sentimos forzados, no por Dios, sino por las circunstancias, a quedarnos presos en cama. Eso puede convertirse en una experiencia de bendición. Hasta la cama de un inválido puede ser un lugar de bendición, si la persona sabe transformar en beneficio su infortunio. 


Quita de nuestra alma la tensión y el esfuerzo y así nuestra vida perfeccionada habla de la belleza de tu paz. 

Whittier

4. Junto a aguas de reposo me pastoreará

Las ovejas en general son muy miedosas. Tienen miedo, especialmente de las fuertes correntadas, y con buena razón. Por su pesada capa de lana, son pésimas nadadoras. Sería como si un hombre vestido con un pesado abrigo intentara nadar. La lana absorbe el agua y lo arrastra al fondo.

 

La oveja sabe, por instinto, que no podría nadar en una correntada fuerte, y por eso no se acerca a riachos para beber; solamente lo hace en aguas calmas.

 

El pastor no se burla de los temores de la oveja, ni intenta forzarla a hacer lo que no quiere. Por el contrario, las guía por montañas y valles y busca aguas tranquilas, para allí saciar su sed. Si no encuentra un lago tranquilo, mientras las ovejas están descansando, el pastor junta algunas piedras y hace una especie de represa en el riacho, y así, hasta el menor de los corderitos puede beber sin peligro.  

 

Esta petición del Salmo 23 tiene un significado maravilloso para nosotros. Dios conoce nuestras limitaciones, y no nos condena por nuestras debilidades. Él no nos fuerza a ir donde no nos sentiríamos seguros y felices. El Señor nunca exige de nosotros un servicio que esté más allá de nuestras energías y habilidades. 

 

Dios está constantemente atendiendo nuestras necesidades. Él conoce las cargas que están sobre nuestros hombros. Sabe también dónde están ubicados los mejores pastos de nutrición y provisión.

 

Es bueno saber que, mientras dormimos, el Pastor está preparando las cosas que necesitaremos al día siguiente. Esto nos da un gran sentimiento de seguridad. 

 

La Biblia declara: “No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel”. (Sal. 121:3, 4).

 

Uno de los mejores medios de deshacer una tensión interior es mentalizar el cuadro de un lago tranquilo; tal vez un pequeño lago, rodeado de pinos. O tal vez una vertiente serena, descendiendo a un remanso, o a una superficie lisa de un mar en calma de olas suaves. Después que el cuadro está bien delineado en nuestra mente, podemos repetir, con fe el versículo: “Junto a aguas de reposo me pastoreará”. Esta experiencia resulta en una maravillosa entrega del alma y un fuerte sentimiento de seguridad que nos capacitan para enfrentar el “calor del día” con confianza, sabiendo que hay para nosotros un poder que nos revigoriza y restaura, cuando nos ponemos bajo la dirección de quien es más sabio que nosotros.

 

El gran reformador Martín Lutero escribió:

 

“Castillo fuerte es nuestro Dios;

defensa y buen escudo.

Con su poder nos librará

en este trance agudo”.

 

Este sentimiento de confianza llevó a David a escribir el Salmo 23. A medida que llenamos la mente con la lectura del salmo, nosotros también adquirimos la misma seguridad.


  1. Confortará mi alma.

    Un pastor recibió una carta que, entre otras cosas, al final decía así: “La vida se terminó para mí durante aquellos años… a través de un proceso lento. Pasaron muchos años mientras mi fe se debilitaba, y ahora se murió totalmente. Soy una cáscara vacía. Tal vez la propia cáscara… se haya acabado también”. 

 

Me gustaría hablar del autor de esta carta y sobre el significado de las palabras de David en el Salmo 23: “Confortará mi alma”. Él recordaba que cuando el rebaño salía a pastar, cada oveja tenía un lugar determinado en la fila, y durante todo el día conservaba la misma posición. 

 

Pero a veces, en el transcurso del día, ellas dejaban su lugar y se acercaban al pastor. Este ponía la mano en el hocico o en la oreja del animal, lo acariciaba y susurraba algo en su oído. Después, reconfortada y más animada, ella volvía a su lugar. 

 

David recuerda cómo él mismo había estado cerca de Dios antes, de cómo Dios lo había protegido cuando salió para enfrentar al gigante Goliat, y de cómo lo había guiado a lo largo de su experiencia hacia el éxito. Después, David comenzó a estar siempre muy ocupado, se volvió más capaz de cuidar de sí mismo, y no sentía necesidad de una dependencia directa de Dios. 

 

David se alejó de Dios; después pecó, y esto lo hizo sentirse infeliz. El peso de la culpa se hizo insoportable. Entonces, se arrepintió y Dios lo escuchó, perdonó y restauró su alma. Se transformó en un hombre nuevo. 

 

La mente humana, a semejanza del cuerpo, puede sufrir lesiones. El arrepentimiento revela que se produjo una herida en el alma y conduce a la restauración. Cuando hay una herida profunda, pero está limpia, exenta de infección, esa herida cicatriza rápidamente, a menos que penetre en ella algún cuerpo extraño, como la amargura, la autocompasión o el resentimiento.

 

El pecado es una herida. Cuando quebranto alguno de los principios de vida, estoy haciendo una herida en mi alma; esta es una herida infectada, una herida que el tiempo no cicatriza. El sentimiento de culpa puede destruir gradualmente una vida y hacerla una cáscara vacía, sin contenido. Solo existe un médico que puede sanarla. El Salmo 51 es la oración confesional de David.

 

La frase: “Confortará mi alma” puede tener también otro significado. La versión inglesa de Moffat dice lo siguiente: “Él me restaura la vida”. El espíritu humano a veces pierde la vivacidad, como si fuera una pila de reloj, que se acaba. Nosotros perdemos nuestro vigor e incentivo espiritual. Nos sentimos menos dispuestos a luchar contra las dificultades. Dejamos de actuar como verdaderos soldados de la fe. 

 

La vida puede robarle la vitalidad de las personas, como se retira el jugo de una fruta, y se deja solo el bagazo. La persona queda solo con la cáscara. No siente más entusiasmo por nada. El comienzo de un nuevo día no le da ningún ánimo o nuevo aliento.

 

La Biblia dice que Dios creó al hombre “y sopló en su nariz el aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gén. 2:7). Dios puede y quiere soplar vida nueva en el que está perdido. Solo Dios puede hacerlo. 

 

Mientras hablaba a un grupo de médicos en Atlanta, Estados Unidos, el Dr. R. B. Robins hizo la siguiente declaración: “El sillón de un psiquiatra nunca puede tomar el lugar de la iglesia en la función de resolver los problemas de una sociedad frustrada”. 

 

“Conforta mi alma”. “Restaura la vida”. 

 

  1. Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.

    Hay una inscripción en un monumento de Florida que dice lo siguiente: “Vengo aquí para encontrarme conmigo mismo. Es tan fácil perdernos en el mundo”. Esto es verdad. 

Muchas veces llegamos a las encrucijadas de la vida y no sabemos qué dirección seguir. Hay muchas decisiones para tomar, y a veces, es muy difícil llegar a una de ellas. Entonces nos sentimos desorientados, perdidos y necesitamos orientación. En ese Salmo 23, David dice con confianza: “Me guiará por sendas de justicia” (por los caminos seguros).

 

Con seguridad, David está recordando sus días como pastor. Él sabía que las ovejas no tienen mucho sentido de orientación. Un perro, un gato o un caballo, cuando se extravían, saben perfectamente encontrar el camino de vuelta. Parecen poseer una brújula interior. Con la oveja esto no ocurre.

 

La oveja no posee buena visión. No distingue a más de ocho o diez metros de distancia por delante. Las campiñas de Palestina estaban cortadas por senderos estrechos, por los cuales los pastores llevaban el rebaño a pastar. Algunos de esos senderos terminaban al borde de los precipicios, en los cuales la oveja distraída podría caer y morir. Otros, terminaban en zanjas sin salida. Pero había otros que llevaban a pastos verdes y a aguas tranquilas. A veces, el pastor las guiaba a través de pasajes escarpados y peligrosos, pero los caminos por donde pasaban siempre llevaban a un buen lugar. 

 

Las ovejas estaban siempre dispuestas a dejar que el pastor escogiera el lugar por donde transitar. Así como lo dice el canto:

 

Señor, quiero poner mi mano en la tuya,

sin murmurar, sin reclamar.

Estar contento, cualquiera sea mi suerte,

con tal que sea mi Dios quien me guie.


Tal vez David estaba pensando en sus antepasados, andando por un desierto sin senderos seguros, en su recorrido de Egipto a la tierra prometida. Dios envió una columna de fuego para guiarlos de noche, y una nube de día. Los israelitas la siguieron hasta llegar a la tierra que anhelaban.

Para algunas personas, esas “sendas de justicia”, a veces significarán dificultades.

 

Se cuenta la historia de un jovencito inglés que resolvió enrolarse en el ejército británico para servir en India. Cuando se le preguntó la razón de esa elección, respondió: “Me enteré que en el ejército en la India pagan bien, y se trabaja poco. Después de algún tiempo, aumentan el sueldo y disminuye el servicio. Cuando la persona se jubila, pagan bien por no hacer nada”. 

 

Aunque Dios no nos da un mar de rosas, en este campo de batalla, ni ponga una alfombra en nuestra pista de carreras, aunque no nos prometa una vida sin luchas, nos garantiza fuerzas para el recorrido y su presencia constante. 

 

Notemos lo que dice el salmo: “Me guiará”. Él no nos empuja por el camino. Va adelante, subiendo la misma ladera que tenemos que subir, el hombre no está solo. Cuando vamos por la vida, dando un paso a la vez, andamos con él en las “sendas de justicia”.

 

El sabio Salomón afirmó: “Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Prov. 3:6). Esto es verdad. Todos los que con sinceridad tratan de hacer la voluntad de Dios, cualquiera que sea, conocerán la fuerza de la orientación y sabiduría eterna. Él lo llevará a la tierra prometida.

 

  1. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo.

 

Deseo contar aquí una ilustración acerca de una señora que recibió la noticia que su hijo había muerto. Entonces quedó desesperada. Se encerró en su cuarto y no quiso recibir a nadie.  

 

Su pastor fue a visitarla. Se sentó al borde de su cama, pero ella rehusó darle atención. Él quedó en silencio durante algún tiempo y después comenzó a decir: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”. Y recitó todo el salmo, frase por frase, con voz suave y calmada. La mujer lo escuchó.

 

Cuando llegó a este versículo, que tiene un gran poder reconfortante, ella comenzó a recitar junto con él: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”. Cuando terminó, ella sonrió débilmente y dijo: “Ahora parece que todo cambió”.

 

Henry Beecher dijo que el Salmo 23 es el ruiseñor del libro de Salmos. El canto del ruiseñor nunca es más bello que en una noche oscura. Para la mayoría de los hombres, la muerte es el hecho más terrible. 

 

Después de un culto fúnebre, alguien se acercó al pastor, y le dijo: “Usted ya ofició muchos de estos cultos. ¿Será que esto se volvió una rutina para usted?” La respuesta fue: “No, yo nunca me acostumbro a la muerte. Cada una es un acontecimiento diferente”. 

 

Nosotros le ponemos flores y coronas y cantamos himnos de consuelo, pero ni las flores ni la música pueden transformar una sepultura en un lugar de fiesta. La muerte nos llena de temor. Nos sentimos solos y desamparados”.

 

Es cierto que la expresión “valle de sombra de muerte” no significa solo muerte física, también se tradujo como: “el corredor sombrío”, y comprende todas las experiencias duras y terribles de la vida. 

 

Alguien dijo que el valle de sombra de muerte es un valle que existe en Palestina, que va desde Jerusalén al Mar Muerto. Es un camino estrecho y peligroso que va entre montañas. Es un camino arduo, es muy fácil que una oveja se precipite barranca abajo y muera. Es un viaje difícil que nadie desea hacer. Sin embargo, las ovejas no se resisten. ¿Por qué? Porque saben que el pastor va con ellas. 

 

Y para nosotros hay momentos sombríos en la vida, los que tenemos que atravesar. La muerte es uno. Las desilusiones son otros de esos momentos. La soledad es otro. Y además hay varios otros. 

 

He conversado con muchas personas que estaban atravesando el “valle de sombras”, y les dije que buscaran un lugar y estuvieran a solas con Dios. Les dije que dejaran de luchar; que se olvidaran por unos instantes de las circunstancias adversas de la vida; que le impidieran a la mente preocuparse con el mañana, con el año siguiente, con el futuro.

 

Deténgase un poco. Permanezca quieto, en silencio, aunque este dentro del “corredor sombrío”, usted sentirá una presencia extraña y maravillosa, y la sentirá más fuerte que antes. Muchas personas me contaron que sintieron esta presencia, que oyeron el canto del ruiseñor en medio de la oscuridad. Donde quiera que el sendero de la vida me lleve, yo no temeré nada, dijo David. Miles y miles de otras personas también se liberaron de ese miedo. ¿Cómo? “Tú estarás conmigo”. Hay un gran poder en esta presencia. 

 

  1. Tu vara y tu cayado me infundirán aliento 

 

Un hombre quedó gravemente herido en un ciclón. Después del accidente, perdió mucha de su alegría de vivir. No por las lesiones que había sufrido, sino porque sentía temor de que otro ciclón lo alcanzara nuevamente. Si eso sucedía, no había nada que podía hacer.

 

Se preocupaba porque sabía que, si tenía que enfrentar otro ciclón, no tenía medios para defenderse. Hasta que un día sus hijos resolvieron construirle un refugio subterráneo. Cuando estuvo listo, el hombre lo miró, y su rostro se iluminó con una sonrisa de alegría. Ahora, podía venir el ciclón más terrible. Ahora tenía protección; eso fue un consuelo muy grande para él. 

 

En el Salmo 23 hay un versículo que dice: “Tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. La oveja es un animal muy vulnerable. Ella no tiene medios propios de defensa. Es una presa fácil para cualquier animal feroz. Es la razón por la cual siente temor.

 

El pastor siempre lleva consigo un bastón pesado y duro, de cerca de 60 centímetros a un metro de largo. Cuando David escribió este salmo, probablemente recordaba cuando él tuvo la necesidad de usar esa vara. En 1 Samuel 17, él le cuenta a Saúl que había matado a un león y a un oso para proteger a su rebaño.  

 

Además de la vara, el pastor también tiene un cayado, de casi tres metros. La punta de ese cayado es curva, formando un gancho. Muchos senderos de Palestina van contorneando barrancas escabrosas. Era muy fácil que la oveja, a veces, perdiera el equilibrio y resbalara al abismo, o quedara suspendida solo por una saliente estrecha. Entonces, el pastor extendía el cayado, lo encajaba en el pecho de la oveja, y la levantaba poniéndola en el camino. La oveja se siente instintivamente protegida por el cayado y por la vara que lleva el pastor. Siente la tranquilidad de saber que el pastor es capaz de solucionar cualquier emergencia que surja.

 

Yo tengo mi auto asegurado, espero que nunca necesite utilizarlo, pero me siento más tranquilo teniendo el seguro. No aprecio mucho la idea de que nuestro país tenga que emplear tanta cantidad de dinero para mantener un potencial bélico. Sin embargo, cuando pienso en la inseguridad de la situación mundial, la fuerza bélica del país nos da cierto alivio.

 

Pero tengo algunas necesidades que yo mismo no puedo atender. Como el apóstol Pablo, siento consuelo al decir: “Y Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria […]” (Efe. 3:20).

 

El mal parece estar dominando el mundo hoy. Todos nosotros estamos con temor y muchas veces tenemos una fuerte sensación de desamparo. Entonces es cuando encontramos consuelo en pensar en el poder de Dios. Es lógico que no piense en Dios como un refugio subterráneo o un seguro contra accidentes. Sin embargo, puedo decir como el poeta cristiano: 

 

Dios es mi salvación: ¿de quién temeré?

En tinieblas, en tentación, él es mi luz y mi ayudador.

Aunque las huestes del mal acampen a mi alrededor

Estoy firme en la batalla.

Ningún temor me puede sacudir, con Dios a mi diestra.

 

“Tu vaya y tu cayado me infundirán aliento”, esta frase disipa de mi corazón toda la ansiedad y el temor al futuro. 

 

  1. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores

 

Una familia vivió cierta vez en una ciudad del interior y hubo una cuestión sobre la instalación o no de un salón de billar. 

 

El padre fue uno de los que se opusieron violentamente. Alguien le preguntó en tono de broma si temía sentirse tentado a jugar billar. Él respondió que no, pero que tenía hijos y que no quería verlos nunca en un salón de billar. Él también hubiera podido impedir que los hijos fueran al lugar, pero prefería impedir que se instalara el salón. 

 

La opinión de ese padre sobre el asunto ilustra bien lo que David quería decir con las palabras: “aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores”. En las campiñas de la Tierra Santa, había algunas plantas que, si se las ingería, podrían ser fatales para las ovejas. 

 

Además, había otras que poseían espinas, y lastimarían el hocico del animal, provocándole serias heridas. 

 

Antes de iniciar el período de pastoreo, el pastor salía con una azada y destruía esos “enemigos” de la oveja. Más tarde, venía y amontonaba la hierba seca y la quemaba. Después, el pasto estaba listo para recibir las ovejas. Él se volvía, por así decir, una mesa preparada para ellas. Los enemigos habían sido apartados. 

 

Nosotros tenemos que hacer eso constantemente para nuestros hijos. En los Estados Unidos, en los horarios cuando los niños regresan de la escuela, siempre hay un oficial de Policía Femenina parado en la esquina de la calle. Ella está allí para protegerlos. Eso protege los casos graves del uso de drogas, y por eso los ciudadanos apoyan esta actitud de las autoridades municipales de mantener la vigilancia, a fin de conservar el establecimiento libre del problema.

 

Pienso lo mismo acerca de la literatura obscena, y de otras cosas que destruyen la integridad moral de las personas. Tenemos que estar constantemente protegiéndonos de esos enemigos.

 

Si quiere obtener una buena cosecha, el labrador tiene que hacer más que sembrar el campo. Tiene que estar siempre limpiando el área de las hierbas dañinas. Así también, el Espíritu de Dios tiene que estar continuamente en una lucha con el hombre interior. No basta predicar el evangelio; tenemos que destruir al enemigo.

 

Hace algún tiempo fui vacunado contra cierta enfermedad. Estoy agradecido a la ciencia médica por ese trabajo de prevención y destrucción de los virus que causan las molestias. Tanto los padres, como la ciencia, el gobierno y la sociedad deben preparar la mesa, destruyendo al enemigo, para que la vida humana pueda desarrollarse con seguridad.

 

Otra cosa: Jesús expresó la misma petición de David, cuando dijo: “No nos dejes caer en tentación”. Sabemos muy bien que, en la jornada de esta vida, encontraremos innumerables enemigos tratando de destruirnos. Muchas personas temen no soportar las presiones; tienen miedo de equivocarse y caer. Pero el Pastor de nuestras almas va delante de nosotros, y podemos estar seguros de su protección y de su poder. Existe una “victoria que vence al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4).

 

  1. Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando 

 

El técnico de un equipo de fútbol americano dijo a los universitarios en su primera capacitación que él fútbol americano era un deporte muy violento, así que, si querían practicarlo, tenían que aceptar el hecho de que sufrirían algunas contusiones.

 

Así también es la vida. Si queremos vivirla, tenemos que esperar algunas heridas y amarguras, y reamente es así. Pensando en esto, David escribió: “Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando”. Cuando las ovejas están pastando, a veces se cortan el hocico con alguna piedra escondida en la hierba. Además, puede haber espinas, y sufren arañazos y heridas. 

 

Otras veces, la subida era escabrosa, y el sol calentaba mucho, con inclemencia. Al final del día el rebaño estaba cansado, sin fuerzas. Al llegar al aprisco, el pastor se ponía a la entrada y examinaba a cada oveja que pasaba. Si había alguna con heridas, le aplicaba un aceite, un bálsamo que le ayudaba en la cicatrización y evitaba la infección. La oveja pronto se recuperaba.

 

Otra pieza de los elementos del pastor era un recipiente de barro que llevaba con agua. Un tipo de jarrón que conservaba el agua siempre fresca, por el proceso de la evaporación. A medida que cada oveja se acercaba, él sumergía en el agua una gran taza y la llenaba hasta el borde, y la extendía al animal. La oveja sedienta y cansada absorbía con placer el líquido restaurador. 

 

Todos recordamos bien cuando éramos niños y nos cortábamos un dedo o recibíamos un golpe. En seguida corríamos a nuestra madre, ella nos besaba, y el dolor pasaba. Parecía haber un poder místico, curativo, en su amor. 

 

Ahora somos adultos, pero también nos herimos. Nuestro corazón sufre tristezas y amarguras. A veces, la conciencia nos duele, como un diente infectado. También recibimos heridas en nuestros sentimientos. El mundo puede parecernos rudo y cruel. Otras veces nos sentimos cansados y desanimados. La vida se vuelve un peso insoportable.

 

Aquí también vemos al tierno Pastor que comprende el sufrimiento de sus hijos y está siempre listo y capacitado para socorrernos en esos transes. 

 

Harry Lander, el famoso artista escocés se sintió moralmente arrasado cuando perdió a su hijo, pero se encontró con el Pastor.

 

Cierta vez, dio un concierto en Chicago delante de un auditorio lleno. Al final, tuvo que atender a los insistentes pedidos de bis. Cuando logró silenciar al público, dijo tranquilamente: “No deben aplaudirme a mí, sino al buen Dios, él es el quien puso la música en mi corazón”.

 

Notemos que David dijo: “Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando”. Usó el pronombre en singular. Durante todo el día, el pastor estuvo cuidando del rebaño como un todo, pero cuando entraban en el aprisco, las examinaba una por una.

 

Uno de mis profesores nunca lograba recordar mi nombre. De cierta forma, yo tampoco aprendí a gustar de él. Jesús dijo: “A sus ovejas llama por nombre” (Juan 10:3). Me gusta este pasaje. Me hace sentir importante. El salmista dijo: “Jehová… sana a los quebrantados de corazón… cuenta el número de las estrellas” (Sal. 147:2, 3, 4). Todo el poder del Universo está a mi disposición. 

 

  1. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida. 

 

En el musical “South Pacific”, Mary Martín cantaba una melodía y la maravillosa letra decía: “Soy como un adicto, amarrado a una droga llamada esperanza. No puedo arrancarla de mi corazón”.

 

David dijo exactamente lo mismo, solo con otras palabras: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida”. No se trata aquí de la expresión de un deseo. Él dice ‘ciertamente’, con toda seguridad, con seguridad absoluta.

 

David ya era anciano cuando escribió el Salmo 23. Había pasado por muchas tragedias y sufrido grandes decepciones, pero también había llegado a conocer mejor a Dios, un Dios que conoce las necesidades de sus hijos, y que atiende ampliamente esas necesidades; un Dios que restaura nuestra vida y nos libra del miedo. A pesar de las nubes oscuras que surgieron en el horizonte, teniendo a un Dios como él, el salmista estaba seguro que el sol se levantaría al día siguiente.

 

Continuamente oímos relatos sobre la maldad del hombre y la destrucción final del mundo. Sabemos de la existencia de bombas que pueden destruir varias ciudades con una sola detonación. Temblamos al escuchar las horribles predicciones del implacable juicio de Dios.

 

Sin embargo, cuando nuestra mente se dirige a este cuadro del Pastor amoroso que guía a sus ovejas, de cierta manera, nos sentimos confiados que estará con nosotros para conducirnos cuando atravesamos valles oscuros. 

 

Uno de los mayores educadores que se levantó en Estados Unidos fue el profesor Endicott Peabody, antiguo director de la escuela de Groton. Cierto día, en una reunión de alumnos, dijo: “Recuerden que la vida no siempre transcurrirá mansa y en calma… La gran verdad que debemos tener en mente es que la tendencia de la civilización es progresar siempre hacia lo alto”. 

 

Estas palabras quedaron grabadas en la mente de uno de los jovencitos. Ese estudiante, cerca de 40 años después, logró dar un nuevo aliento a su nación cuando dijo: “A lo único que debemos temer es a nuestro propio miedo”.

 

Franklin D. Roosevelt quedará siempre en el recuerdo como un hombre que renovó las esperanzas de un país en desesperación.

 

Muchas personas consideran que van camino al desastre total. Se sienten mal, dejan que la mente esté dominada por la idea de que están enfermas. Comienzan el día con un sentimiento de un mal presagio. Contemplan el futuro con inquietud y temor.

 

Leí de un profesor que había obtenido mucho éxito en su trabajo. Les pedía a los alumnos que permanecieran en silencio e imaginaran la mente como un papel en blanco o una pantalla cinematográfica. Entonces, que se proyectaran en la pantalla como un cuadro mental: algo que desearan que ocurriera. Después que borraran el cuadro de la mente. A continuación, que lo proyectaran otra vez. El proceso se repite varias veces hasta que el cuadro se hace bien nítido y definido. De este modo, se fija en el consciente y en el subconsciente de la persona. Por fin, el profesor manda que los alumnos se empeñen en el sentido de hacer del cuadro una realidad, manteniendo siempre un espíritu de fe y de oración. Es notable la rapidez y la perfección con la que ese cuadro se reproduce en la vida.

 

Dejemos de pronosticar desgracias para nosotros y nuestro mundo. Digamos con el salmista: “Este es el día que hizo el Señor; regocijémonos y alegrémonos en él”. (Sal. 118:24). 

 

Comencemos el día con el corazón lleno de esperanza. Grabemos en nuestra mente este versículo: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida” y realmente será así.

 

  1. Y en la casa de Jehová moraré por largos días”. 

 

Es un espectáculo impresionante observar el movimiento del centro de la ciudad de Atlanta a las cinco de la tarde. Las calles están siempre llenas de gente y de autos. Todos los ómnibus están transitando, y siempre llenos. Y lo que hace que esto sea impresionante es pensar que todas estas personas están yendo a su casa.

 

El escritor John Howard Payne ya se encontraba fuera de su casa por nueve años. Una tarde, estaba frente a la ventana y contemplaba a las personas que pasaban, alegres y apuradas, dirigiéndose a sus casas. De repente, se vio dominado por un sentimiento de soledad, en ese cuarto de la pensión en París.

 

Con un movimiento de impaciencia, se apartó de la ventana; tenía que trabajar. Tal vez estuviera escribiendo una pieza importante, no sé; pero no tenía tiempo para el sentimentalismo. Sin embargo, la atmósfera y el recuerdo de cierta ciudad de Long Island no lo abandonaban. Tomó un lápiz y escribió una canción que en esencia contenía este mensaje:

 

“Aunque podamos compartir la vida y los placeres de un palacio, aun así, nada se compara a la vida humilde y sencilla de nuestro hogar”.

 

Hace más de cien años que ocurrió esto, pero las palabras de esta canción todavía traducen el mismo sentimiento, tan real para todos nosotros: “Nada se compara a nuestro hogar”.

 

Cuando veo a las personas yendo a sus casas, también siento tristeza. Sé que algunos no tienen hogar. Unos andan por las calles buscando un lugar barato para pasar la noche; otros van a la suite más cara de un hotel, que a pesar de ser linda, no es su hogar.

 

Los que trabajan con alcohólicos conocen los dramas. Varias mujeres contaron como adquirieron el vicio del alcoholismo. Ellas vivían solas en un cuarto o departamento vacío y triste. No se siente placer al vivir de esa manera. Muchas personas comienzan a beber a causa de una situación así. 

 

Más triste que ver a una persona sin hogar al fin del día es encontrar a alguien que no tiene una buena relación con Dios, y no tiene esperanzas de ir al hogar eterno; es una persona que al final de la jornada de la vida solo espera una tumba oscura y el olvido total. 

 

David termina el Salmo 23 con una fe creciente al decir: “Y en la casa de Jehová moraré por largos días”. 

 

Uno de los pasajes más emocionantes del libro El Peregrino, de Juan Bunyan, es el párrafo donde el “Sr. Mente débil” habla de su esperanza de llegar al hogar celestial. Dice: 

 

“Resolví correr, mientras pueda correr; caminar, cuando no pueda correr y arrastrarme cuando no pueda caminar. Mi pensamiento está fijo en la Tierra que queda más allá del río que no tiene puentes, a pesar de que soy, como usted puede ver, una mente débil”.

 

A veces, recibimos más aliento para la vida cuando fijamos nuestro pensamiento “en la Tierra que queda más allá del río que no tiene puentes”. Si no fuera por esa seguridad, muchas de las experiencias por las que pasamos en esta vida serían insoportables.

 

David no tenía mucho del conocimiento bíblico que tenemos hoy. Él nunca escuchó las palabras: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25, 26). Fue un conocimiento íntimo de un Dios como el que describe en el Salmo 23 que le dio la seguridad de que al fin de su vida iría al cielo.

 

  1. “El conoce al Pastor”

 

Existe una historia de un joven y un señor anciano que se encontraron en una plataforma delante de un auditorio grande.  Se estaba realizando un programa especial, y en una parte, los dos tenían que decir el Salmo 23 de memoria. El joven, que conocía las técnicas de la oratoria y del drama, recitó el salmo con la elocuencia de un gran orador. “Jehová es mi pastor”.

 

Cuando terminó, los asistentes aplaudieron con entusiasmo, pidiendo bis, para tener el placer de disfrutar nuevamente su maravillosa interpretación.

 

Después le tocó al otro. Apoyándose sobre su bastón, el viejito se dirigió al centro de la plataforma y con voz débil y temblorosa repitió las mismas palabras: “Jehová es mi pastor”. Cuando se sentó, los oyentes permanecieron en profundo silencio. Todos parecían estar en actitud de oración. El joven se levantó y dijo lo siguiente: 

 

“Amigos, quiero dar una explicación. Ustedes me pidieron que repitiera la declamación del salmo, pero permanecieron en silencio después que mi amigo terminó. ¿Por qué será? Les voy a decir. Yo conozco bien el salmo, pero él conoce al Pastor del salmo”.

 

Tal vez esta imagen del pastor con su rebaño no tenga un gran significado para los habitantes de las grandes ciudades. Sin embargo, las personas nunca se parecieron tanto a un rebaño de ovejas asustadas, como en la actualidad. Los gobiernos de las naciones están recelosos unos de otros. Las personas desconfían del gobierno, de otras personas y de sí mismas.

 

Este salmo de David ha sido cantado a través de los siglos, atravesado barreras de raza y lengua. Hace 5 mil años que está siendo atesorado en el corazón de los hombres. Y hoy esto ocurre más que nunca. 

 

¿Cuál es la razón? No es por el hecho de ser una bella pieza literaria, sino también porque enseña que, sobre todas las luchas y temores, sobre el hambre y las flaquezas de la humanidad, hay un Pastor.

 

Un Pastor que conocer a sus ovejas una por una; un Pastor que es ampliamente capaz de atender todas sus necesidades; que guía y protege, que al fin de la jornada les abrirá la puerta del aprisco, de la casa “no hecha por manos”.

 

Cuando estaba en el Polo Sur, el Almirante Byrd de repente descubrió que, a pesar de la quietud que lo rodeaba, no estaba solo. Esta sensación hizo que la fe brotara en su corazón, y aunque estuviera “en el lugar más frío de la tierra”, sintió el calor de una presencia reconfortante.

 

El Salmo 23 nos produce este mismo sentimiento de seguridad. Por eso perduró vivo en el corazón de toda la gente, cualquiera sea el credo o la raza.

Charles L. Allen