Adoración es Misión Cuando Llevamos Oro, Incienso y Mirra
Pr. Herbert Boger
“Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrán– dose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra”. Mateo 2:11
La experiencia de la adoración vivida por los tres magos citados en los
evangelios nos lleva a una profunda reflexión.
“Los sabios ofrecieron al Salvador las cosas más preciosas que poseían. En esto nos dieron un ejemplo. […] debemos llevar a Cristo lo mejor de todo lo que poseemos: nuestro tiempo, nuestro dinero y nuestro amor” (La úni– ca esperanza, p. 22).
“Nuestro oro y plata, nuestras posesiones terrenales más preciosas, nues– tros dones mentales y espirituales más elevados, serán dedicados libre- mente a Aquel que nos amó y se dio a sí mismo por nosotros” (El Deseado de todas las gentes, p. 46).
Los magos de oriente que adoraron al recién nacido Jesús lo hicieron de todo corazón, con el propósito de participar del cumplimiento de la pro- mesa de bendecir a todas las familias de la Tierra por medio de él (Gálatas 3:29). El profeta Isaías nos revela:
“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Multitud de camellos te cubrirá; dromedarios de Madián y de Efa; vendrán todos los de Sabá; traerán oro e incienso, y publicarán ala- banzas de Jehová. Todo el ganado de Cedar será juntado para ti; carneros de Nebaiot te serán servidos; serán ofrecidos con agrado sobre mi altar, y glorificaré la casa de mi gloria” (Isaías 60:1, 6, 7).
Los magos identificados en Isaías 60 son de la misma región cuyos nombres eran los hijos de Abraham con Cetura (Génesis 25), con quien se casó des- pués de la muerte de Sara.
Eso muestra la increíble conexión bíblica. Eran hombres de gran influencia, filósofos, ricos y nobles (referencia de DTG, p. 41).
Elena de White, en la página 41 del libro El Deseado de todas las gentes hace una declaración reveladora: “Los magos habían recibido con gratitud la luz de la verdad enviada por el cielo; ahora esa luz se derramaba sobre ellos en rayos más brillantes. En sueños, recibieron la indicación de ir en busca del Príncipe recién nacido”.
Lo mismo sucede hoy en Oriente Medio. Muchos reciben la misma luz que conduce a Jesús por medio de sueños. Entonces hacen su entrega total, arriesgando la propia vida para ser fieles a la luz que recibieron y para man– tener su fiel adoración a Cristo. Los 25 misioneros enviados de América del Sur para hablar del Salvador al mundo nos relataron historias increíbles, las que usted puede leer en Meditaciones para la puesta de sol en la ventana 10/40, que está disponible en el aplicativo Pôr do sol (baje aquí para An– droid y aquí para iOS).
Oro, incienso y mirra son nuestra fe, amor, recursos, comunión y testimo– nio.
- ORO: Fe, amor y recursos
“La fe y el amor son el oro probado en el fuego. Pero en el caso de mu- chos, el oro se ha empañado, y se ha perdido el rico tesoro” (El Deseado de todas las gentes, p. 246).
“Si hubiese más fe, una fe sencilla y confiada en Jesús, habría amor, amor puro, el cual es el oro del carácter cristiano” (Dios nos cuida, MM, p. 175). De acuerdo con el teólogo Augustus Strong, fe (πιστις, pistis), entre otras cosas, significa fidelidad, lealtad.
- INCIENSO: Comunión e intercesión
“Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde” (Salmos 141:2). Jesús dejó el ejemplo en su oración intercesora: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Juan 17:20).
- MIRRA: Testimonio
La mirra se usaba como óleo de unción. Era aromática, pomada medicinal para curar heridas y para embalsamar a los muertos, como en el caso de Jesús. Todos son ingredientes de un buen testimonio. La reina Ester fue purificada con el óleo de la unción, con mirra, antes de que se presentara al rey Asuero y diera testimonio de su Dios (Ester 2:12).
Dios ofreció su ofrenda incomparable: JESÚS.
“¡Cuán grande fue el don hecho por Dios al hombre, y cuán propio de Dios fue hacerlo! El dio con una liberalidad que jamás podrá ser igualada, a fin de salvar a los rebeldes hijos del hombre y de inducirlos a ver su propósito y a discernir su amor. ¿No queréis demostrar por medio de vuestros dones y ofrendas que no hay nada que consideráis demasiado bueno para aquel que ‘ha dado a su Hijo unigénito’?” (Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 21).
ILUSTRACIÓN
Renold es un adventista extranjero que vive en un pueblo pequeño. Traba- jó muchos años para ADRA en varias partes del mundo. Como es de imagi– nar, él es un hombre que se preocupa por las necesidades de las personas y siempre busca oportunidades de ayudar.
En cierta ocasión estaba recorriendo una zona rural y encontró un joven cuidando las ovejas del padre. Renold le preguntó si le gustaría continuar sus estudios y tener un futuro mejor (cuidar de ovejas es un trabajo muy humilde y sacrificado). El joven decidió dejar su ocupación y hacer algunos cursos técnicos, con la promesa de que ese extranjero asumiría los gastos. Fue así que Ahmed pasó a ser como un hijo para Renold. Después de al- gunos años, concluyó us estudios y comenzó a trabajar en el área donde tuvo la oportunidad de prepararse.
Cierta vez Renold invitó a Ahmed a acompañarlo hasta un lugar a fin de comprar un aceite de buena calidad. En esa ocasión, Ahmed conoció a una joven que lo impresionó de tal forma que no mucho tiempo después volvió a verla. Ellos están casados hace siete años y tienen dos hijos.
Actualmente, Renold y Ahmed son vecinos. Viven en un edificio pequeño con dos departamentos: el hermano Renold, en planta baja y Ahmed y su familia en el piso superior. Ahmed cuida del hermano Renold como si fuera su padre.
Un día, Ahmed encontró un libro en la casa de Renold que le llamó su atención. Se trataba de una lección de la Escuela Sabática. Se interesó y llevó el material a su casa para leerlo. Después de algunos días, Ahmed entró a la casa de Renold y le dijo que ahora entendía por qué el ayudaba a las personas.
―Usted sigue a Jesús y por eso hace lo mismo que él hacía― le dijo Ah- med.
Fue emocionante ver la reacción de Ahmed. Él había conocido primero al “Jesús moderno” por intermedio del testimonio del hermano Renold. En- tonces, cuando conoció sobre el Jesús de la Biblia, no tuvo dudas: se dio cuenta de que ese Jesús era igual a su querido amigo Renold.
Hoy, hace prácticamente un año que Ahmed participa con nosotros en una iglesia en el hogar. Con cariño y paciencia, los misioneros están ganando una familia para el reino de los cielos. Sin embargo, la parte más difícil ya fue hecha, todo gracias al hecho de que el hermano Renold fue una carta “conocida y leída” (2 Cor. 3:2) y en la cual Ahmed pudo “leer” y conocer el amor de Jesús.
“Debemos llevar a Cristo lo mejor de todo lo que poseemos: nuestro tiem– po, nuestro dinero y nuestro amor” (La única esperanza, p. 22).
La experiencia de la adoración completa y verdadera es la entrega sin re- servas de lo mejor de cada uno como respuesta a Jesús por lo que hizo, hace y hará por cada uno de nosotros.
“ADORACIÓN ES MISIÓN”.
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