19 de abril de 2021

Los diez leprosos

Los diez leprosos

Los diez leprosos

Pr. Marcelo Cardoso

Propósito: Entender la importancia del ejercicio de la fe en la vida del cristiano y cómo la gratitud es un privilegio para acercarlo más a Dios.

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Versículo bíblico: “Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro!, ¡ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.

Lucas 17: 11-19

Introducción:

Antes de comenzar a predicar me gustaría expresar mi preferencia por los evangelios, confieso que, si me lo permitieran, yo predicaría solo mensajes basados en esta parte de las Escrituras, eso porque entiendo que en ellos generalmente encontramos historias que tratan temas muy directos y que tienen todo sentido en virtud de las vicisitudes que vivimos en la actualidad en el mundo. Pero entiendan, no quiero decir aquí que las otras partes de la Biblia no tienen importancia o son de menor valor; sin embargo, el evangelio nos revela de manera más clara quién es Jesús, cómo y cuál es su obra, cuál fue el propósito de su ministerio, su plan de salvación, etc. Pero debo resaltar un detalle para cerrar ese asunto, la Biblia como un todo es la Palabra de Dios.

Hoy veremos un texto de los evangelios donde extraeremos muchas lecciones, me gustaría tener la atención de todos y que abran sus corazones para que Dios hable de manera marcante en sus vidas. Les aviso que una de las palabras que voy a repetir más aquí es una palabra pequeña, pero con un significado enorme, tiene solo una sílaba, pero tiene un enorme sentido para nuestra vida como cristianos y como pastores. Esa palabra es fe.

De la historia que leeremos en seguida y de esa palabra pequeña llamada fe, extraeremos lecciones importantísimas. Para comenzar la conversación, debemos entender que la fe es algo extremamente fundamental en nuestra relación con Dios. Yo afirmo que la fe es la base de cualquier relación entre nosotros y el Creador, pues la Biblia nos dice que es imposible agradar a Dios si no tenemos fe. Es imposible relacionarnos con Dios sin fe, es imposible servirlo si no tenemos fe, si no creemos que existe, si no creemos que él es Dios, si no creemos en su poder y en su obra salvadora. Entonces, el punto de acceso a nuestra relación con Dios es la fe.

Tal vez por servir a un Dios que no podemos ver, por servir a un Dios que solo podemos sentir, pero que no podemos ver; y estamos hablando aquí de un Dios que nos toca, pero que todavía no podemos tocar. La fe es el principal punto de contacto entre ese Dios invisible y nuestra realidad.

En otras palabras, cuando leemos Hebreos 11:1, el apóstol Pablo presenta la fe como creer en algo que no vemos, es creer en lo que no observamos; la fe es el puente que nos une al invisible, que nos une a lo sobrenatural. Como seres racionales, normalmente tenemos facilidad en creer en lo que podemos tocar, en lo que podemos ver, pero la fe entra para relacionarnos con ese mundo trascendente y sobrenatural. Nos hace entender que no solo lo que observamos es real o lo que es palpable. La fe me hace entender que aun lo que yo no logro ver, lo que yo no logro tocar a veces es más real que el aire que respiro.

Por ejemplo, no podemos ver el sonido, pero sabemos que el sonido existe, no podemos ver el oxígeno, pero sin él no sobrevivimos mucho tiempo. No logramos ver muchas cosas, pero no siempre que no vemos algo es porque no existe. Quizás, si hay algunas cosas que todavía no logramos observar en el plano espiritual, eso sea porque falta exactamente esa palabrita en nuestra vida, la fe.

Un último detalle que necesitamos aprender con relación a la fe es el hecho de que cuanto más ejercitamos o usamos la fe, cuanto más la aplicamos a nuestra vida, más se va fortaleciendo en nosotros, más penetramos en lo invisible y más conocemos a Dios.

Abramos la Biblia en Lucas 17:11 al 19, leamos juntos.

Desarrollo

  1. LOS DIEZ LEPROSOS

El texto que acabamos de leer presenta una historia interesante con diez hombres leprosos, la Palabra dice que cuando Jesús pasaba por la región de Samaria, se encontró con esos hombres, personas que no vivían en comunidad normal, en verdad eran hombres que estaban separados de la sociedad. Fueron diez hombres que vivieron una situación parecida a la que vivimos en la actualidad, o sea, ellos vivían en cuarentena absoluta, solo que en el caso de ellos la cuarentena era una cuarentena de restricción para siempre de una relación con la sociedad de su época.

La ley no permitía que ellos tuvieran contacto con otras personas, no podían abrazar a otros ni a sus propios familiares, no podían convivir con sus parientes, no podían estar en su casa ni tener una vida normal como cualquier otra persona, debían vivir en pueblos en las afueras de las ciudades. En algunas situaciones, llevaban un sello o señal mientras andaban por los caminos o simplemente debían gritar para avisarles a los transeúntes que allí había alguien contaminado por esa grave y terrible enfermedad. La lepra era una enfermedad que deformaba los cuerpos de las personas afectadas, pero más que deformar miembros y huesos, deformaba la dignidad de esos pobres afligidos.

La lepra era considerada una maldición, en ese entonces la sociedad veía al leproso como una persona impura y maldecida por Dios, y como era una enfermedad altamente contagiosa y sin cura para esa época, los leprosos estaban obligados a vivir separados de la sociedad.

La historia nos dice que cuando esos diez personajes vieron que era Jesús el que pasaba, fueron a su encuentro y clamaron a la distancia diciendo: “¡Jesús, maestro, ¡ten misericordia de nosotros!”. Lo primero que tenemos que entender es qué llevó a esos hombres a clamar a pedir ayuda a Jesús. Y exactamente lo que los llevó a ese hecho es la palabra con la que iniciamos el sermón, o sea fe.

¿Por qué clamaron? Porque creyeron. ¿Por qué llamaron a Jesús? Porque creyeron que Jesús podía sanarlos. Si ellos no hubieran creído, si no hubieran tenido un punto de esperanza, si no hubieran tenido un poquito de fe, aunque fuera muy pequeña, no habrían tenido el propósito de ir hasta el maestro y clamar a alguien en quien no creían o no confiaban. Entonces, resumiendo, lo que llevó a esos hombres a clamar al Señor es simplemente la fe que tuvieron.

Repito, y esto debe quedar bien claro, por pequeña que fuera la fe de esos hombres, fue exactamente eso que los hizo clamar y pedir ayuda: “Ten misericordia de nosotros, ayúdanos, socórrenos”. Y la respuesta de Jesús fue esta: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”.

Notemos que Jesús no pone la mano sobre ellos como lo había hecho en varios otros pasajes de la Biblia donde se lo presenta curando. Él no los toca como en tantos otros momentos y, en contrapartida, los leprosos tampoco tocan a Jesús. Jesús no pronuncia una palabra específica ni ora por ellos; la manera en la que Jesús sana a esos hombres es algo sorprendente, porque solo los mira y les dice: “Vayan y preséntense a los sacerdotes”.

Por eso, tratándose de fe digo que en esta historia encontramos algunos niveles de fe, y esos niveles nos traen hoy grandes lecciones para la vida.

  1. 1º NIVEL

El primer nivel de fe que encontramos es el nivel que hizo que esos hombres clamaran, que los hizo buscar a Jesús por ayuda y que movió a Jesús a una reacción de respuesta. No en vano la Biblia dice que el que pide, recibe, el que llama se le abrirá y el que busca encuentra. Eso es una promesa bíblica y, si está en la Biblia, yo lo creo. Entonces, entienda, es un principio bíblico, es propio de su Palabra. La fe que nos motiva a pedirle algo al Señor hace que recibamos una palabra o un acto de bendición de parte suya siempre, siempre recibimos una respuesta de Dios, nunca nuestra oración vuelve vacía.

Vayan a presentarse al sacerdote, es lo que dice el texto, simplemente ellos fueron y obedecieron la orden de Jesús, y aquí encontramos el 2º nivel de fe. Ellos obedecieron, aunque no tenían señales inmediatas del milagro, y sin alguna objeción o pregunta.

  1. 2º NIVEL

El segundo nivel de fe está en creer en el milagro, aunque el milagro no se realice de inmediato, aun cuando Jesús no los había tocado, no había orado por ellos, no había pronunciado una palabra especial por ellos, ellos simplemente creyeron y confiaron al punto de obedecer ciegamente una orden que no tenía sentido.

Es en esa hora cuando la Palabra dice que esto fue muy significativo en sus vidas, en el momento fueron, ¿por qué? Porque en el camino de los leprosos entre Jesús y el sacerdote, el milagro fue realizándose. O sea, el milagro ocurrió en el camino, el milagro no ocurrió inmediatamente, sino que fue un proceso en el recorrido hasta el sacerdote. Notemos que esto necesitó de más fe que simplemente la de alguien que recibe un milagro casi de inmediato. Es mucho más difícil cuando nuestros pedidos no reciben atención de inmediato y eso es lo que normalmente esperamos que suceda, ¿no es así? Esperamos que nuestras peticiones reciban respuesta como un acto de magia. Pero, Dios simplemente nos mira y dice, puedes ir, pues el milagro va a realizarse en un proceso de tu vida, confía.

Cuando pensamos en milagros, queremos que ocurran inmediatamente, pues estamos sufriendo en ese momento, y queremos una respuesta ahora, no para más tarde. Pero, cuando eso no sucede, tenemos que captar que hay una necesidad de nuestra parte de más fe para soportar la prueba y creer que Dios proveerá la liberación.

En el caso de los leprosos, el trayecto recorrido sirvió para que el milagro en sus vidas se hiciera realidad. Es como si alguien muy enfermo llegara al culto en la iglesia y le dijera al pastor que sufre una enfermedad muy grave y simplemente el pastor le dice: “Haz lo siguiente, ve al hospital y pide que te realicen todos los exámenes”. Tal vez la persona lo miraría y le diría: “¿Cómo dice? Usted no entendió, pastor. Yo necesito un milagro. ¡Y ahora!”. Sin embargo, lo que nosotros y la mayoría de nuestra iglesia necesita comprender es que Dios actúa así la mayoría de las veces, los milagros se realizan en el transcurso de un proceso y no de inmediato.

Tal vez alguien aquí o una familia está buscando un milagro hace mucho tiempo en su vida y cree que Dios no está respondiendo, pero créalo, sí lo está. Dios ya está trabajando por su milagro y el milagro ya está en camino, confíe, ejercite el segundo nivel de fe. La respuesta de Dios siempre viene, tal vez no en su tiempo, o no de la manera que usted querría, pero con toda seguridad en el tiempo y en la forma de Dios, y esa siempre es la mejor.

Entienda que mientras los leprosos iban por el camino desde Jesús al sacerdote, el milagro iba ocurriendo en sus vidas, había transformación, había restauración, había milagros.

  1. 3º NIVEL

Vamos a volver la historia, miren bien, eran diez leprosos, ¿correcto? La historia nos muestra que los diez leprosos fueron hasta el sacerdote, que los diez leprosos tuvieron fe, que los diez leprosos vivieron el milagro de Dios por el camino. Los diez leprosos tuvieron el segundo nivel de fe para creer en la transformación generada en el camino, todo eso estaba correcto para ellos.

Pero, a partir del versículo 15, comenzamos a ver un giro en la historia. Pues, de Jesús al sacerdote eran diez hombres, pero cuando el camino se invierte, o sea, cuando el camino pasa a ser del sacerdote a Jesús, ese número disminuye a un hombre solo. Nueve toman un rumbo diferente. Después de recibir el milagro, después de recibir la cura, cada uno continua con su vida, retoma las actividades que tenían antes de la enfermedad, volvieron a su antigua rutina. Nueve fueron a retomar la historia de vida de donde se detuvo. Los nueve pensaron: “Muy bien, fui sanado, ahora tengo que ganar el tiempo perdido por la enfermedad”.

Sin embargo, la Biblia dice en el versículo 15: “Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias”. ¿Cómo se llamaba este hombre? ¡La Biblia no lo dice! La Biblia simplemente dice que era uno de ellos, uno es artículo indefinido, la Biblia no dice quién era. Fueron diez los que clamaron, fueron diez los que recibieron el milagro. Fueron diez los que se dirigieron al sacerdote, pero solo uno volvió para agradecer.

Solamente uno presentó el tercer nivel de fe, que es el nivel del agradecimiento. Fue ese nivel que lo hizo volver a adorar, fue ese nivel que lo hizo volver para reconocer al Dador de lo que él tenía y que era lo más importante, lo que él era.

Podemos ir un poco más allá y afirmar que el tercer nivel hace al ser humano ser agradecido siempre, aunque en medio de las tormentas. Usted estará de acuerdo conmigo que es muy fácil ser agradecido mientras el cielo está azul en nuestra vida, pero los verdaderos adoradores y agradecidos aparecen cuando el dolor y el sufrimiento ocurren y el espíritu de agradecimiento permanece.

¿Notaron que la raíz del verbo agradecer es la misma raíz de la palabra gracia? Una cosa es segura, solo es agradecido quien está completamente lleno de la gracia de Dios. El agradecimiento no es algo que fluye naturalmente de nosotros, seres pecadores que somos. El verdadero agradecimiento solo lo generan los que reconocen su limitación de la gracia y se reconocen limitados; Dios inmediatamente los llena con su gracia ilimitada.

Hay algo muy noble por detrás de la gratitud, del arte de agradecer y que está mucho más allá de nuestra capacidad de entender y aceptar como pecadores que somos. La gratitud permitió que aquél único hombre que volvió a Jesús se encontrara nuevamente con Dios. No fue que los otros nueve no hayan tenido la oportunidad, ellos también la tuvieron, pero a diferencia del que se encontró con Cristo nuevamente, los otros no quisieron hacerlo, y aquí está el dilema de un Dios todopoderoso. Dios puede todas las cosas, él tiene poder sobre todo y todos, pero nosotros nunca encontraremos a Dios usando su poder para obligar al ser humano a tener un encuentro con él, en el caso de que el hombre no quiera. Dios respeta nuestras elecciones y continúa bendiciéndonos todos los días.

El día amanece para los que temen a Dios y para los impíos. El aire puro se produce para quien teme y para quien no teme, pero nuestras decisiones siempre harán una diferencia enorme sobre lo que somos y lo que decidiremos en el transcurso de nuestra vida. Las bendiciones se derraman para todos, los fieles y los infieles, pero solo los que tienen la gracia en su vida son realmente capaces de reconocer y agradecer a Dios por todo lo que él hizo, hace y continuará haciendo.

Conclusión

Repito, nunca podemos olvidarnos de lo que Dios ya ha hecho y de lo que él continúa haciendo en nuestras vidas y en nuestras familias. Seamos agradecidos a Dios todos los días, y recordemos la protección maravillosa que él tiene por nosotros.

Hay una cita de Elena de White que resume bien el final de este sermón y que dice parafraseando: “A menos que nos olvidemos de lo que Dios hizo en el pasado, no hay por qué temer en cuanto al futuro”.

Que Dios continúe bendiciendo a todos cada día y que nunca dejemos de ser agradecidos.

¡Llamado!

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