Cuando Dios llama
Helio Carnassale
Introducción
Este mensaje está basado en el relato bíblico de la vida de uno de los grandes profetas de Dios en el pasado, Eliseo, Elisha en hebreo, que significa Dios es salvación. Como sucesor de Elías, tuvo un ministerio largo, que probablemente duró 60 años. Eliseo comenzó en los días del rey Acab y siguió por los reinados de Ocozías (2 años) Joram (12 años), Jehú (28 años, Joacaz (17 años) y murió en los días de Joás, todos reyes del reino del Norte de Israel. La historia de su llamado se encuentra en 1 Reyes 19, pero las acciones de su ministerio están registradas en el segundo libro de reyes, en los capítulos 2 al 9 y la historia de sus últimos días, muerte y sepultura aparecen en el capítulo 13. Hay 18 narraciones de ese hombre de Dios y se describen 14 milagros.
Eliseo tuvo también una actuación destacada en el liderazgo de la Escuela de los Profetas. Muchos comentaristas lo consideran un tipo de Cristo; alguien que representó el ministerio de Jesús. En el mensaje de hoy consideraremos algunos aspectos del llamado de Eliseo y veremos las lecciones que podemos extraer de esa experiencia.
Es interesante notar que el Señor mismo le ordenó a Elías: a “Eliseo, hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar” (1 Rey. 19:15, 16). La ceremonia de la unción no era común para los profetas, sí se hacía para sacerdotes y algunos reyes. Es posible que eso haya representado solo la orden para el llamado de Eliseo, ya que no se registra la acción de su ungimiento.
Nos hace bien pensar que el Dios de lo macro, de lo grande, es el Dios de lo micro, de lo pequeño; el Dios de la Iglesia es el Dios del individuo. Nos alienta saber que un Dios Todopoderoso, Omnisciente, Omnipresente, también es un Dios personal, que nos conoce por nombre, que sabe la ciudad y la casa donde vivimos, nuestra ocupación, y cuál es la familia a la que pertenecemos y más que eso, conoce el corazón, las alegrías y luchas de cada uno de nosotros. Ese Dios maravilloso nos encontró de manera singular, especial. Qué consuelo saber que el Dios Creador del Universo y que mantiene los mundos en el espacio, también es un Padre misericordioso, bondadoso, que nos bendice, lucha nuestras batallas y se interesa por los seres humanos individualmente. Ese mismo Dios nos llamó de las tinieblas a su luz admirable, por eso damos gloria a su nombre.
Lectura bíblica: 1 Reyes 19:19-21
“Partiendo él de allí, halló a Eliseo hijo de Safat, que araba con doce yuntas delante de sí, y él tenía la última. Y pasando Elías por delante de él, echó sobre él su manto. 20Entonces dejando él los bueyes, vino corriendo en pos de Elías, y dijo: Te ruego que me dejes besar a mi padre y a mi madre, y luego te seguiré. Y él le dijo: Ve, vuelve; ¿qué te he hecho yo? 21Y se volvió, y tomó un par de bueyes y los mató, y con el arado de los bueyes coció la carne, y la dio al pueblo para que comiesen. Después se levantó y fue tras Elías, y le servía”.
Comunión con Dios
La forma en la que Elías llamó a Eliseo es singular y diferente, como todos los demás llamados registrados en la Biblia. Dios tiene una manera única de llegar a cada corazón. Dios hace los mandados bajo medida, especialmente preparados para cada persona. Elías pasó cerca de Eliseo y lanzó su manto sobre él. Eliseo entendió que estaba siendo llamado, porque muy probablemente conocía la obra del profeta Elías y era un joven que poseía sensibilidad espiritual y comunión con Dios, debido a lo que sucedía en su hogar. Elena de White escribió lo siguiente comentando sobre la casa de Eliseo:
“El padre de Eliseo era un agricultor rico, cuya familia se contaba entre los que no habían doblado la rodilla ante Baal en un tiempo de apostasía casi universal. En su casa se honraba a Dios, y la obediencia a la fe del antiguo Israel era la norma de la vida diaria” (Profetas y Reyes, p. 162).
¿Qué decir de nuestros hogares hoy? ¿Y de mi hogar? ¿Reconozco que en mi casa buscar a Dios es la prioridad, una práctica diaria? ¡Qué secreto precioso para la felicidad de la familia, separar tiempo cada día para hacer de la relación con Dios una prioridad! Eso parece ser fácil, pero dedicar tiempo de calidad, como regla diaria, para estar en comunión con Dios, es un gran desafío. ¿Saben por qué? En primer lugar, porque nuestra naturaleza es pecaminosa y no siente un placer natural por las cosas espirituales. Después, Satanás aprovechándose de eso, creó una de las mejor elaboradas tentaciones, que es hacer que no tengamos tiempo para “sentarnos a los pies de Cristo”, ya sea en familia o individualmente.
La agitación de la vida, los compromisos, y las diversas responsabilidades, el conocido “Whatsapp”, hasta con las cosas de la iglesia, nos conducen a un ritmo intenso de realización de tareas y cumplimiento de obligaciones en el que podemos estar haciendo la obra del Señor y olvidar al Señor de la obra. Es muy triste cuando sucede eso. ¿Cómo nos vemos nosotros en ese asunto? ¿Cómo están sucediendo las cosas en nuestra casa? ¿Logra usted separar un tiempo cada día con su familia e individualmente para estar en contacto con Dios? Esa es la primera decisión que se nos invita a tomar, hacer de la comunión personal y familiar con el Señor una regla diaria. ¿Qué le parece si reafirma ese propósito?
Sencillez y obediencia
Todavía hablando de nuestros hogares, ¿qué más podemos hacer además de practicar la comunión con Dios como regla de práctica diaria? Consideremos dos actitudes importantes más de la familia de Eliseo destacadas por Elena de White en el libro Profetas y reyes, p. 162, que sirven de ejemplo para nosotros: la sencillez y la obediencia a Dios y a los padres.
Cuando estaba en el cuarto año de la Facultad de Teología, en 1980, en el antiguo IAE, hoy UNASP-SP, hubo una semana de oración solo para los estudiantes de teología. El viernes de mañana, después del cierre general, la clase de graduandos invitó al Pr. Geraldo Marski, orador de la semana y pastor jubilado a un encuentro privado. Entre las muchas preguntas que respondió a los futuros pastores, una en especial me marcó. Un colega quería saber cuál era el secreto para el éxito de él en el ministerio. Pasaron casi 40 años desde aquella mañana y yo todavía escucho la respuesta del Pr. Geraldo: “En tu simplicidad, tendrás tu éxito”. Qué consejo precioso. Esas palabras me acompañaron a lo largo de mi vida y tuvieron gran influencia en mi caminata. Pero, ¿qué es simplicidad? Pienso que Pablo nos puede ayudar. Él escribió:
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Fil. 2:3) y “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Fil. 4:11).
Podemos entender simplicidad con la ayuda de tres palabras: humildad, gratitud y contentamiento. Sea humilde, sea gradecido, viva contento. ¿Cómo lograremos vivir así? El mismo apóstol responde: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). Con Cristo en el corazón, podemos ser humildes, agradecidos por todo y vivir contentos, con simplicidad.
De la casa de Eliseo y de la propia Biblia, aprendemos también que es necesario combinar amor y disciplina, en la educación de los hijos (Profetas y Reyes, p. 162; Prov. 22:6). Es un deber de los padres enseñar respeto y obediencia a Dios y a las personas, por la palabra y el ejemplo. Obedecer a Dios y a los padres; respetar a las autoridades y a las personas mayores, es fundamental para la seguridad del hogar, de los hijos, de la iglesia y de la sociedad. Qué tremendo desafío en un tiempo en que pocos todavía saben y enseñan que es respeto.
Un ejemplo de obediencia a la Palabra del Señor está en el texto que leímos y nos viene del profeta Elías. Al recibir la orden del Señor de ungir al nuevo profeta, él partió de donde estaba, y el versículo 19 nos dice que encontró a Eliseo que andaba en el campo arando la tierra y lo llamó para el oficio profético. Es impresionante que uno de los aspectos vitales del crecimiento espiritual incluye la obediencia explícita a los mandamientos de Dios. Elías fue obediente y fiel en cumplir la misión. Como cristianos debemos obedecer las órdenes que el Señor nos da en su Palabra. Puede ser que algunos preceptos nos parezcan difíciles de comprender y atender. Pero podemos tener la seguridad de que todo lo que el Señor nos pide es para nuestro bienestar y protección.
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La fidelidad en las pequeñas cosas
Elena de White escribió que “en el humilde cumplimiento del trabajo diario adquirió fuerza de propósito y nobleza de carácter, mientras crecía constantemente en gracia y conocimiento” (Profetas y reyes, p. 162). Esa es una lección más de la historia del llamado de Eliseo. Fidelidad en las pequeñas cosas. Solo los que demuestran ser fieles en los pequeños deberes podrán ser honrados por Dios con servicios más elevados. Aquellos que tratan las pequeñas tareas con desprecio, no serán capaces de desempeñar bien las responsabilidades mayores. Hasta pueden creerse competentes, pero Dios mira más hondo que la superficie. Hay muchas personas que hasta les gustaría ayudar y participar en las actividades de la iglesia. Si pudieran, harían grandes cosas para Dios, pero rehúsan involucrarse en las pequeñas tareas creyendo que es pérdida de tiempo. Observen esta cita de EGW:
“Un hombre puede estar sirviendo activamente a Dios mientras se dedica a los deberes comunes de cada día […] Ejecuten los padres los deberes que se encuentran directamente en su camino. […] No es la posesión de talentos magníficos lo que nos habilita para prestar un servicio aceptable, sino el cumplimiento concienzudo de los deberes diarios, el espíritu contento, el interés sincero y sin afectación por el bienestar de los demás. En la suerte más humilde puede hallarse verdadera excelencia” (Profetas y reyes, p. 164).
¡Qué preciosa lección! Esa declaración sirve de gran estímulo para ser una bendición en el lugar donde estamos. No todos pueden ser servidores asalariados por la iglesia, ser misioneros en tierras extranjeras, dar la palabra desde el púlpito o actuar en el equipo de alabanza de la iglesia local. Pero, a los ojos de Dios, el concepto de éxito es diferente. No importa tanto el trabajo o la función que alguien ocupa, sino el espíritu con que realiza las tareas más sencillas, dentro y fuera de la iglesia. Si hacemos lo mejor donde estamos, cumpliremos la obra que Dios designó y además podremos participar de cualquier actividad en la iglesia, compatible con nuestro talento.
Enseñando a los más jóvenes
De la misma manera en la que Jesús llamó a los discípulos para dejar sus ocupaciones y seguir a un Maestro sin posesiones que no tenía dónde reclinar la cabeza (Luc. 9:57, 58), Elías llamó a Eliseo. El profeta no poseía bienes en este mundo y no podía ofrecerle al joven Eliseo ninguna seguridad material. Fue llamado al ministerio profético procedente de una familia rica y su respuesta fue positiva e inmediata. El único pedido que le hizo a Elías fue obtener permiso para despedirse de sus padres. El respeto y el cariño hacia los padres es un gesto que debe ser cultivado por los hijos en todas las fases de la vida. No nos olvidemos que honrar al padre y la madre es el primer mandamiento con promesa. La fiesta de despedida ofrecida por la familia de Eliseo confirma el apoyo y la alegría que sentían por tener un hijo al servicio del Señor.
El llamado de Eliseo nos hace pensar en las actitudes que tenemos con relación a los más jóvenes. ¿Hemos incentivado y buscado niños, niñas y jóvenes a servir al Señor? ¿Estamos prestando atención y dando espacio a las nuevas generaciones o solo los recordamos cuando las madres y padres afligidos piden oración por los hijos que están débiles en la fe o que se apartaron de los caminos del Señor? ¿Les hemos dado oportunidad a los jóvenes de ser capacitados en funciones de liderazgo? Este es un asunto delicado, con muchos despliegues, pero necesita ser tratado de manera sabia y equilibrada. El Señor necesita actuar en nuestro corazón para que podamos encontrar una forma de conservar a nuestros hijos en la iglesia. Lamentablemente, más del 60% de los que dejan la iglesia tienen hasta 35 años y menos de diez años de bautizados. Veamos esta declaración de Elena de White:
“El ministerio abarca mucho más que la predicación de la Palabra. Significa preparar a los jóvenes como Elías preparó a Eliseo; es decir, arrancarles de sus deberes comunes para asignarles en la obra de Dios responsabilidades que serán pequeñas al principio, pero que aumentarán a medida que ellos adquieran fuerza y experiencia. […] Los que se dedican a dar esta preparación a los obreros jóvenes prestan un servicio noble. El Señor mismo coopera con sus esfuerzos” (Profetas y reyes, p. 166-167).
Cuando comencé el ministerio en 1981 me designaron ser pastor ayudante en la Iglesia Central de Campinas, Estado de São Paulo. El pastor titular era Ilto Américo Vaz. Él propuso que yo cuidara de otra iglesia que había en el distrito, que quedaba en un barrio llamado Jardim das Oliveiras. Él me delegó responsabilidades y me invistió de autoridad. Me ordenó como anciano, me presentó a la iglesia, y al despedirse me dijo: “Llámame siempre que tengas alguna dificultad o para hacer bautismos”. Siempre estuvo a disposición para orientarme y aconsejarme. Yo tenía solo 22 años, era soltero, prácticamente sin ninguna experiencia en liderazgo eclesiástico. Alabo y agradezco mucho a Dios por haber puesto un “Ilto” en mi vida. Estuve solo un año en esa iglesia, pero vivir esa experiencia significó mucho para mi ministerio. Queridos líderes, ¿qué tal si son un “Ilto” para alguien de su iglesia y le dan la oportunidad a un joven para que inicie una actividad a su lado?
Renuncia y servicio
Al sacrificar los bueyes y quemar los instrumentos de trabajo con los que estaba arando la tierra, Eliseo estaba diciendo que no miraría atrás. Estaba dejando todo y entrando con dedicación total al servicio del Señor.
“Eliseo aceptó el llamamiento a servir, y no miró atrás, a los placeres y comodidades que dejaba. […] La invitación a ponerlo todo sobre el altar del servicio le llega a cada uno. No se nos pide a todos que sirvamos como sirvió Eliseo, ni somos todos invitados a vender cuanto tenemos; pero Dios nos pide que demos a su servicio el primer lugar en nuestra vida, que no dejemos transcurrir un día sin hacer algo que haga progresar su obra en la tierra. Él no espera de todos la misma clase de servicio. Uno puede ser llamado al ministerio en una tierra extraña; a otro se le pedirá tal vez que dé de sus recursos para sostener la obra del Evangelio. Dios acepta la ofrenda de cada uno. Lo que resulta necesario es la consagración de la vida y de todos sus intereses. Los que hagan esta consagración oirán el llamamiento celestial y le obedecerán” (Profetas y reyes, p. 165).
Un aspecto más que nos dice el texto sobre Eliseo es que después de despedirse de su familia, “fue tras Elías y le servía”. Por lo menos hay dos aspectos del servicio que podemos enfatizar. Un punto ya fue mencionado, que es cada uno hace lo mejor donde está, así como Eliseo araba el suelo. Otro aspecto es el que se asemeja al llamado hecho por Elías. Él aceptó dejar la comodidad y seguridad de la casa de sus padres para acompañar y ayudar al profeta. Dios todavía busca y quiere encontrar a jóvenes, muchachos y chicas, dispuestos a aceptar el llamado divino a servir de manera completa y exclusiva.
“Pero el joven [Eliseo] comprendió el significado del llamamiento. Sabía que provenía de Dios, y no vaciló en obedecer. Ni por todas las ventajas mundanales se habría privado de la oportunidad de llegar a ser mensajero de Dios, ni habría sacrificado el privilegio de estar asociado con su siervo” (Profetas y reyes, p. 164).
El Señor quiere alcanzar especialmente a nuestros jóvenes. Todavía está llamando a jóvenes dispuestos a quemar arados y bueyes, despedirse de la familia e ir a uno de nuestros internados con curso superior y prepararse para servir a la iglesia. La obra de Dios tiene muchas ramas y necesita de diversos talentos. Eso incluye el llamado a ser pastores, profesores, administradores, profesionales de salud y tantas otras actividades. Brasil tiene varias instituciones educativas de enseñanza superior, verdaderas escuelas de profetas, que con seguridad recibirán a jóvenes con los brazos abiertos. Claro que esa decisión tiene que ser tomada como resultado de la actuación del Espíritu Santo en el corazón de cada uno.
El llamado de una joven
Lo que caracteriza a un discípulo verdadero es el propósito de servir y no el de obtener ventajas personales. Muchos pioneros de nuestra iglesia, así como Eliseo, aceptaron el llamado para vivir una vida de renuncia, servicio y sacrificio. El llamado a Elena Gould Harmon fue en un tiempo muy difícil, justo después de la dramática experiencia del 22 de octubre de 1844.
La joven Elena junto con toda su familia, padre, madre y sus siete hermanos pertenecían a la Iglesia Metodista de Portland, en el Estado de Maine. Ellos habían escuchado predicar dos veces a Guillermo Miller y aceptaron el mensaje del pronto regreso de Cristo. Por ese motivo, todos fueron excluidos de la iglesia. Para la familia Harmon, el 22 de octubre fue una experiencia dolorosa, pero especialmente para Elena, quien deseaba ardientemente ver el regreso inmediato de Cristo. Desde el accidente que sufrió cuando tenía nueve años, ella había tenido una vida con muchas restricciones y esperaba ansiosamente ver volver al Señor Jesús, pues todos sus problemas y dolores terminarían. Pero Jesús no volvió.
Un grupo grande creyó que los cálculos proféticos de Guillermo Miller estaban equivocados, y que Jesús volvería en algún tiempo cercano, por eso siguieron fijando nuevas fechas para el regreso de Jesús. Otro grupo conservó la convicción de que los cálculos proféticos estaban correctos y creyeron que Jesús había regresado el 22 de octubre, solo que en forma espiritual. Esos fueron conocidos como los espiritualistas y protagonizaron las más absurdas formas de fanatismo. Pero, hubo un tercer grupo que siguió creyendo en la exactitud de los cálculos proféticos, que continuó investigando para saber qué había sucedido el 22 de octubre. Después de estudiar la Biblia con oración descubrieron que el error estaba en la interpretación de Daniel 8:14 y que el santuario que sería purificado no estaba en la Tierra ni era la iglesia, si no que era el Santuario celestial.
El ambiente era de mucha confusión, marcado por escepticismo, burlas, incredulidad, con manifestaciones espirituales y fanatismos de todo orden. En varios lugares, surgieron los que reivindicaban poseer dones espirituales especiales, como sueños y visiones. En medio de ese escenario, en una reunión de oración, en el mes de diciembre de 1844, donde estaban reunidas cinco mujeres en la casa de Elizabeth Haines, se manifestó el poder del Señor sobre Elena. Le parecía elevarse por encima de la Tierra, y se le mostró algo de la peregrinación del pueblo adventista hacia la santa ciudad. Esa visión está registrada en el libro Primeros escritos, páginas 13 a la 20.
Cerca de una semana después, Elena recibió otra visión donde el Señor le indicaba el deber de ir y contar lo que le había sido revelado. Se le dijo que encontraría una gran oposición y sufriría angustia de espíritu. Con solo 17 años y la salud muy precaria, Elena le suplicó al Señor que pusiera esa carga en otra persona. Pero todo lo que oyó como respuesta es que debería ir y contar, y que el Señor la sostendría. Así es que ella aceptó el llamado y comenzó a compartir los mensajes recibidos. Inmediatamente surgieron acusaciones de que sus visiones eran el resultado de una hipnosis y perturbación mental. ¡Qué desafío! ¿Será que aceptaríamos un llamado en esas condiciones?
El joven pastor Jaime White supo que Elena Harmon había recibido una visión que confirmaba la dirección de Dios para el movimiento millerita. Poco después, comenzó a acompañarla junto con otra joven que siempre iba con ella en sus viajes. Pero pronto las personas comenzaron a criticar el hecho de que un hombre acompañaba a dos señoritas. Por temor a perjudicar el mensaje y creyendo que era la voluntad de Dios, Jaime, de 25 años, y Elena de 18 se casaron en la ciudad de Portland, el 30 de agosto de 1846.
Eran muy pobres, no tenían nada, ningún dinero, y tenían la salud debilitada. Por muchos años vivieron en la casa de familiares y amigos, sobreviviendo con la ayuda de terceros y con lo poco que Jaime lograba ganar haciendo trabajo de empleado. Pero lo poco que ganaban lo empleaban en la causa del Señor, viajando, animando a los creyentes, estudiando la Biblia y luchando contra el fanatismo que se infiltraba disfrazado entre los creyentes del advenimiento. Tuvieron que enfrentar muchos desafíos y dificultades.
Cierta vez Jaime llegó a su casa muy triste, porque tenía que preparar una edición nueva de la Revista Review & Herald y no había más papel en el pequeño stock que mantenían. Elena le preguntó cuánto necesitaba. Él respondió que se necesitaban 64 dólares, pero para él era como si fueran diez mil. Ella se levantó y fue hasta el guarda ropas, sacó una media con una cantidad enorme de monedas de 50, 25, 10 y 5 centavos. Jaime contó las monedas y vio que era suficiente para pagar el papel que necesitaban. Gracias a Dios y a la dedicación y renuncia de Elena, Jaime pudo continuar su importante tarea de publicar. Así como esa linda historia hay muchos otros relatos maravillosos e inspiradores que marcaron el humilde comienzo de los adventistas y que nos motivan a seguir sirviendo al Señor dedicando nuestros mejores esfuerzos.
Conclusión/Llamado
En este mensaje vimos:
- La seguridad de que el Dios del Universo es un Dios personal.
- El desafío es tener una vida de comunión diaria con Dios, individual y familiar.
- El llamado a una vida con sencillez, humildad, gratitud y contentamiento.
- La importancia de enseñar obediencia y respeto a Dios y a los padres.
- Honrar, amar y tratar a los padres con cariño y respeto.
- Fidelidad en las pequeñas cosas. Servir a Dios, haciendo lo mejor desde donde estamos.
- Así como Elías llamó a Eliseo, debemos invitar a los jóvenes al servicio de la iglesia.
- El ejemplo de Eliseo que dejó todo para servir al Señor.
- Dios está llamando a los jóvenes para dedicarse completamente a su causa.
- La historia de Elena, quien aceptó un tremendo desafío en un tiempo de muchas dificultades.
- El Señor nos llama para vivir una vida de renuncia y servicio.
¿Aceptaremos los desafíos que nos llegaron por medio de la historia del llamado a Eliseo?
¿Qué respuesta daremos? ¿Responderemos pronto como lo hicieron Eliseo y Elena?
Que Dios nos bendiga y que el Espíritu Santo produzca en cada uno de nosotros las convicciones necesarias para la renovación de los propósitos de una vida de comunión y servicio.
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