9 de septiembre de 2020

Esperanza para las Familias Actuales

Esperanza para las Familias Actuales

Esperanza para las familias actuales

WILLIE Y ELAINE OLIVER

 

 

 

Los Textos

Lucas 8:40-56

(Mateo 9:18-26; Marcos 5:21-43)

 

 

  1. Introducción

Nuestro mundo actual está repleto de conflictos religiosos y guerras, polarización política, refugiados buscando amparo, migrantes que huyen de regímenes despóticos, pobreza extrema, envejecimiento de la población, dificultades económicas, inseguridad de alimento y agua, falta de acceso a la educación básica, cambios climáticos, y el aumento en las formaciones familiares alternativas, enfermedades debilitantes y terminales, y mucho más.

Desarrollar familias saludables en este contexto está entre las tareas desafiantes más grandes que los seres humanos pueden emprender. Incluso cuando las personas se proponen deliberadamente desarrollar relaciones familiares saludables aun así es desafiante –a pesar de nuestras mejores intenciones– porque somos todos humanos, y todo ser humano es imperfecto. Nuestras fallas hacen que sea muy difícil mantener relaciones saludables.

Pese a la dificultad de vivir en relaciones hay

Esperanza para las Familias Actuales: de Abidjan

 

Willie Oliver, PhD, CFLE y Elaine Oliver, MA, LGPC, CFLE son Directores del Departamento del Ministerio de la Familia en la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Oficina Mundial en Silver Spring, Maryland, USA.

 

a Aberdeen; de Berrien Springs a Buenos Aires; del Cairo a Ciudad  del  Cabo;  de  Florencia a Freetown; de Haifa a Hanoi; de Moscú a Mumbai; de Nairobi a Nueva York; de Sídney a Shanghái; de Taipei a Tegucigalpa; de Zanzibar a Zabrze; mucho puede cambiar para mejor cuando confiamos en Dios para darnos la paciencia, dulzura, y amor que él desea que tengamos en

nuestras relaciones, independiente del mundo

en que vivimos. Cuando acogemos las razones de Dios para crear la familia, es posible tener relaciones familiares más fuertes y más saludables.

 

Nuestro tópico de hoy lleva como título “Esperanza para las Familias Actuales”. Oremos.

II.                O Texto: Lucas 8:40-56

La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús

 

Cuando volvió Jesús, lo recibió la multitud con gozo, pues todos lo esperaban. Entonces llegó

un hombre llamado Jairo, que era un alto dignatario de la sinagoga; postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrara en su casa, porque tenía una hija única, como de doce años, que  se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud lo oprimía. Pero una mujer que padecía de flujo

de sangre desde hacía doce años,

 

 

 

 

 

 

 

 

y que había gastado en médicos todo cuanto tenía y por ninguno había podido ser curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto. Al instante  se detuvo el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo: —¿Quién es el que me ha tocado? Todos lo negaban, y dijo Pedro y los que con él estaban: —Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y preguntas: “¿Quién es el que me ha tocado?” Pero Jesús dijo: —

Alguien me ha tocado, porque yo

he sentido que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que había sido descubierta, vino temblando y, postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa lo había tocado y cómo al instante había sido sanada. Él le dijo: —Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz. Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del alto dignatario de

la sinagoga a decirle: —Tu hija

ha muerto; no molestes más al Maestro. Oyéndolo Jesús, le respondió: —No temas; cree solamente y será salva. Entrando en la casa, no dejó entrar a  nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan y al padre y a la madre de la niña. Todos lloraban y hacían lamentación por ella.

Pero él dijo: —No lloréis; no está muerta, sino que duerme. Y se burlaban de él, porque sabían que estaba muerta. Pero él, tomándola de la mano, clamó

diciendo: —¡Muchacha, levántate! Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diera de comer.

Sus padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijeran lo que había sucedido.

(Lucas 8:40-56 RVR)

III.             Explicación y aplicación

El contexto de esta narración encuentra a Jesús en la orilla occidental del Mar de Galilea

–probablemente en Capernaún –habiendo estado recientemente en Gádara1 un lugar en el lado oriental del Mar de Galilea. Esto quedaba en el país de los gadarenos o gerasenos (actualmente Altos del Golán), donde Jesús recientemente había curado a un hombre endemoniado, según relatos de Lucas (Luc. 8:26-27) y Marcos (Marc. 5:1-2). Mateo (Mat. 5:28) declara que había dos hombres endemoniados. Compadecido Jesús expulsa a los demonios que suplicaron se les permitiera entrar en un hato de cerdos (Luc. 8:31-33). Esta actitud provocó miedo e ira entre la gente de aquel lugar los cuales pidieron que Jesús abandonara su país y los dejara en paz.

Es posible que la gente de la orilla occidental de  Galilea  haya  oído  sobre  los  maravillosos milagros que Jesús había obrado y deseado que él obrara las mismas cosas entre ellos también. O,  quien  sabe,  simplemente  deseaban  ver  al hombre  que  había  realizado  maravillas  tan sobresalientes  para  jactarse  ante  sus  amigos de que habían estado con él. Cualquiera sea el caso, el relato bíblico declara en Lucas 8:40 “la multitud lo recibió con gozo”.

 

Un hombre rico y prominente, de gran reputación, y una mujer modesta – en el banco Western- llevaban sus propias cargas pesadas y estaban entre aquellos que dieron la bienvenida a Jesús. El hombre fue mencionado – Jairo – pero la mujer era anónima. Jairo era un líder influyente de la sinagoga que con humildad y valor vino a Jesús para suplicar por la vida de su hija, aun cuando sus compañeros del templo planeaban matar al Maestro. Por otro lado, ella era humilde, la pobre mujer que había agotado todo su dinero tratando de curarse, sólo para ver que su condición empeoraba. Ella estaba desesperada tratando de recibir ayuda para sí misma. Jairo estaba agradecido por los doce años de felicidad que había disfrutado con su hija, pero ahora puede perderla a cualquier momento. La mujer había soportado doce años de desesperación por su condición; pero estaba esperando que Jesús pudiera sanarla.2

 

 

 

 

 

 

De inmediato Jesús salió con Jairo a su casa. Y, aunque los discípulos habían experimentado esta amable respuesta de Jesús en el pasado, estaban un poco alarmados por su amabilidad ante la petición del arrogante rabino. Aun así, siguieron a Jesús mientras la multitud los acompañaba con entusiasmo y esperanza.

A pesar de que la casa de Jairo no era muy distante de donde éste había encontrado al Maestro, el progreso era muy lento debido a la gran multitud de personas que presionaba a Jesús por todos lados. El ansioso padre estaba preocupado con la lentitud ya que Jesús se detenía a intervalos regulares para ayudar a alguien necesitado o para consolar a alguna persona afligida.

 

Mientras se dirigían hacia la casa del dirigente, un mensajero fue empujado en medio de la multitud con malas noticias para Jairo. Su hija había muerto y ya no debía perturbar a Jesús. Sin embargo, Jesús escuchó el mensaje e inmediatamente se acercó a consolar al quebrantado padre diciendo: “No temas; cree solamente y será salva”. (Luc. 8:50).3

 

La escena en la casa del dirigente era de romper el corazón de cualquier padre. Las plañideras profesionales ya estaban en el lugar llorando y lamentándose, y un grupo de vecinos, familiares y amigos también estaba allí en ese momento. Los judíos de la época se dedicaron rápidamente a compartir y demostrar su dolor, dado que se esperaba que el cuerpo se enterrara el mismo día, después de haber sido lavado y ungido.4

 

Perturbado por el ruido, Jesús trató de calmar a la multitud diciéndoles que la niña no estaba muerta, sino que dormía. Le aseguro que esto no resultó muy bien con todos los presentes en la escena. Ya que para Jesús la muerte no es nada más que un sueño, él estaba siendo absolutamente verdadero en su declaración. Pero el grupo reunido allí lo ridiculizó porque para ellos la niña estaba realmente muerta. Ellos no se dieron cuenta que Jesús era “la resurrección y la vida” (Juan 11:25. Después de todo, ¿no había sido Jesús quien resucitó al hijo de la viuda de Naín (Luc. 7:11-15)? ¿No le dijo él a Juan el

 

Bautista que los muertos serían resucitados? (Luc. 7:22) Ciertamente las plañideras no creían en estos informes y pensaron que Jesús era un charlatán y un loco.

 

Después de retirar a todos de la casa, Jesús llevó a Pedro, Santiago, Juan, y al padre y madre de la niña muerta dentro del cuarto. Tomándola por la mano, Jesús le habló en arameo, el idioma usado en aquella casa: “¡Talita cumi! ¡Niña, levántate!”. Esas no eran palabras mágicas sino el comando del dador de vida.5 Elena G. de White describe lo que sucedió a continuación de esta manera: “Instantáneamente, un temblor pasó por el cuerpo inconsciente. El pulso de la vida volvió a latir. Los labios se entreabrieron con una sonrisa. Los ojos se abrieron como si ella despertase del sueño, y la niña miró con asombro al grupo que la rodeaba. Se levantó, y sus padres la estrecharon en sus brazos llorando de alegría.”6

Por supuesto, en el camino hacia la casa de Jairo, Jesús entró en contacto con una

mujer de la multitud. Ella había sufrido por

largos doce años con una enfermedad que le había hecho la vida increíblemente miserable. Ella era ceremonialmente impura y se sentía físicamente inferior, imposibilitada de encontrar calor espiritual con los creyentes pues su condición le impedía  de  entrar en contacto con ellos o de ir a la sinagoga cada semana. Sus finanzas limitadas fueron invertidas sin éxito en médicos y remedios esotéricos.

A pesar de su larga noche de prueba, un día la esperanza se renovó en su corazón cuando escuchó sobre lo que Jesús había hecho por otros. Ella se convenció de que si pudiera encontrarlo finalmente sería curada. Tímida, débil y frágil, ella vino a la orilla del mar de Galilea, donde Jesús estaba enseñando, tratando de pasar en medio  de la multitud, sin lograrlo. Su esperanza estaba empezando a desvanecerse cuando por alguna providencia de Dios, Jesús caminó a través de la multitud y vino cerca de donde ella estaba. En un último y desesperado movimiento la sufriente mujer reunió la poca

 

 

 

 

 

 

 

 

fuerza que le quedaba y se lanzó en dirección a Jesús tocándole apenas el borde del manto.

¡Sucedió instantáneamente!! La sensación de estar seca! La fuerza reemplazó a la debilidad. ¡El dolor se transformó en alegría incontenible! ¡Su alma fue invadida por paz, tranquilidad, serenidad, éxtasis inexplicable y felicidad!

 

Con el corazón lleno de gratitud e indescriptible euforia, la mujer enfrentó a la multitud. Con vitalidad recién descubierta ella estaba segura que podría desaparecer y vivir el resto de sus años con gozo, paz y libertad de la enfermedad que la había aprisionado por tantos años. Pero la voz de Jesús traspasó el bullicio de la multitud.

 

“¿Quién me ha tocado?, preguntó. Imagínense las miradas de asombro en los rostros  de  la  multitud.  ¿Está bromeando?

¿Está realmente haciendo esa pregunta? ¿Con toda la gente presionándolo y él pregunta quién lo ha tocado? Pedro, el impulsivo e impetuoso; el que carecía de inteligencia emocional

respondió a Jesús con actitud en su voz. Mirándolo incrédulamente Pedro preguntó, Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y preguntas: “¿Quién es el que me ha tocado?” (Luc. 8:45). Jesús ignoró la pregunta algo burlona de Pedro y declaró: “Alguien me ha tocado, porque yo he sentido que ha salido poder de mí” (Luc. 8:46).

Tratando de permanecer en el anonimato

–una realidad que Jesús no acepta de nadie que venga a él- más bien querer afirmar la personalidad y las cualidades únicas que cada ser humano ha recibido de su creador; deseando que esta mujer insegura y ansiosa se vuelva asertiva, confiada y segura de sí misma; Jesús creó una ocasión para una interacción y comunión reales, las cuales esta pobre mujer ha perdido por largos doce años. Sintiendo el foco de atención sobre ella, la mujer recién curada se presentó y confesó en público lo que había sucedido en su vida y lo que ocurrió cuando su necesidad se cruzó con la abundancia de Jesús. “Ella estaba contaminada, indigente, desanimada y desesperada, pero vino a Jesús y su necesidad

 

fue atendida.”7 Una cosa es presionar a Jesús; otra cosa es Tocarlo

IV.             Conclusión

En un estudio publicado en Nature Neuroscience,8 edición de Octubre de 2011, investigadores del Wellcome Trust Centro de Neuroimagen de la Universidad de Londres presentan evidencia de que las personas que son naturalmente optimistas sólo aprenden de la información que refuerza esa perspectiva optimista. El estudio actualmente sugiere que muchos de nosotros también estamos programados para el optimismo. Algunos reporteros han abreviado este hallazgo para describir al optimismo como un “defecto cerebral”. Defecto cerebral o no, el optimismo parece ser necesario para el progreso personal. Tenemos que ser capaces de imaginar mejores realidades, que nos presionen hacia ese objetivo.

 

Sin embargo, esperanza es más que optimismo. Bíblicamente hablando, esperanza juntamente con fe y amor, forman el “gran árbol” del cristianismo. Éstas son las cosas de las que el apóstol Pablo habló en 1 Corintios 13 que permanecen cuando todo lo demás falla. “Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor,” es cómo lo expresa, y quiso decir que cuando buscamos las cualidades que se destilan de la experiencia de la vida en común de los creyentes, estas tres cosas son la base sólida en la cual nos afirmamos – incluso si ahora sólo se ve oscuramente como a través de un cristal distorsionado.

 

¿Cuál es su necesidad actual? ¿Demandará humildad y valor alcanzarla, como aquella demostrada por Jairo – un rabino arrogante, engreído y autosuficiente cuya hija estaba muriendo y necesitaba la Resurrección y la Vida? ¿O es usted como la mujer anónima que sufrió en silencio –evitada, ignorada  y rechazada? ¿Se necesitará una esperanza renovada, no sólo el optimismo mundano, sino una creencia real y confianza en las promesas de Dios encontradas en la Biblia?

¿Son ustedes aún cautivos de la  esperanza?

¿Arde aún la esperanza en sus corazones?

 

 

 

 

 

 

Jesús está caminando entre su pueblo ahora y con él viene la cura para cada enfermedad terrible, aun cuando la muerte ha llegado a ser una realidad. No importa lo que usted está enfrentando en sus relaciones actuales, recuerde que aún existe Esperanza para las Familias de Hoy por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Confíe en él hoy, mañana, y siempre; y hágalo el Señor de tu vida.

 

Que Dios le bendiga hasta el fin, es nuestra oración.

 

Notas

1 White, E.G. (1955). El Deseado de Todas las Gentes. p. 310 Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association.

 

2 Wiersbe, W.W. (1996). The Bíblia Exposition Commentary, (Vol. 1, p.202). Wheaton, IL: Victor Books.

 

 

3 White, E.G. (1955). El Deseado de Todas las Gentes. p. 311 Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association.

 

4 Wiersbe, W.W. (1996). The Bíblia Exposition Commentary, (Vol. 1, p.203). Wheaton, IL: Victor Books.

 

5 Wiersbe, W.W. (1996). The Bíblia Exposition Commentary, (Vol. 1, p.203). Wheaton, IL: Victor Books.

 

6 White, E.G. (1940). O Desejado de Todas as Nações. p. 343 Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association.

 

7 Wiersbe, W.W. (1996). The Bíblia Exposition Commentary, (Vol. 1, p.204). Wheaton, IL: Victor Books.

 

8 (2011). Nature Neuroscience, vol. 106 (3), 1601-

2103.

 

 

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