Texto base: Hechos 9:1-16
INTRODUCCIÓN
Leer Hechos 9:10 al 18
Dios estaba buscando una vasija. Buscó de noche a un hombre llamado Ananías. Ananías se asustó. Dios le dijo: “Levántate, y busca a uno llamado Saulo, debes tener un encuentro con él, porque es un instrumento escogido para mí”.
¿Quién eres para Dios, querido joven? ¿Ya pensaste en esto?
Dios necesita instrumentos escogidos. Aquí está Dios insistiéndole a Ananías: “Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora”. Ese llamado causó un impacto en Ananías. Sintió miedo, ¿por qué? La iglesia estaba siendo perseguida en Jerusalén, los creyentes estaban esparcidos, todos con miedo a la persecución.
“Ananías, ve y habla con Saulo”.
¿Quién era Saulo? Un terrible perseguidor; era líder de todo el grupo de perseguidores. Y ahora, cuando oyó el llamado de Dios, Ananías sintió miedo en su corazón, y dijo: “Señor, quiero conversar contigo; tal vez no estés consciente de lo que yo sé”. Le comenzó a hablar al Señor como si Dios fuera hombre y no conociera todo y no supiera más que él, le dijo: “Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre”. “Qué bueno que me avisaste porque así podré huir, voy a desaparecer, él vino a prenderme”.
Después de tantas excusas y justificaciones, qué le dijo el Señor. “Debes ir”.
La orden no cambió en nada. Dios tenía un motivo por excelencia para continuar diciendo a Ananías que debería ir. “Saulo es para mí un instrumento escogido”.
Aquí está la historia de un joven escogido por Dios. Saulo, ciudadano romano de nacimiento, descendiente del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, según la ley de los fariseos, de acuerdo con la ley, irreprensible. Saulo era la esperanza de los rabinos para destruir a los escogidos de Dios.
Querido joven, no fue en el camino a Damasco la primera vez que el Señor se encontró con Saulo, él ya lo había encontrado. ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿En qué ocasión?
En el apedreamiento de Esteban, allí estaba Saulo encargado de cuidar su ropa. Estaba allí, delante de esos hombres con las manos llenas de piedras, para asegurarse de que se cumpliera con eficiencia la tarea de liquidar a Esteban. Cuando los hombres comenzaron a tirar piedras sobre Esteban, para asombro de Saulo, él no flaqueó ni reclamó, solo fijó su rostro en un punto del cielo y dijo: “Veo al Hijo de Dios, sentado a la diestra de su Padre”. Cuando
dijo esto su rostro reflejó el brillo de la gloria de Cristo. En ese instante, en el comienzo de la era cristiana, cuando la tierra bebía la sangre del primer mártir, Dios habló al corazón de Saulo.
Sus noches fueron de tremenda agonía, de la cocina al cuarto, del cuarto a la copa, no lograba dormir y oía una voz que decía: “Jesús es el Mesías prometido. Debes aceptarlo. Las vidas de los mártires son vidas inocentes, Saulo”. Es tiempo de dejar el servicio y abrazar la libertad en Cristo. Era el Espíritu Santo quien hablaba al corazón de Saulo.
Se sintió tan incómodo, al punto de ir a ver a los sacerdotes. Salió convencido de que los cristianos eran blasfemos y fanáticos. La Biblia dice que creció más todavía su odio contra los cristianos. Se dirigió al sumo sacerdote para pedir la vida de hombres y mujeres, niños y jóvenes. Saulo juntó a sus hombres y partió rumbo a Damasco.
Después de tres días, estaba Saulo ante la encantadora ciudad de Damasco. Cuando una luz como el sol lo alcanzó. ¿Qué sucedió con Saulo? Cayó postrado al suelo, ciego, y oyó una voz del cielo que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues”. Él respondió a la voz del Señor, y allí comenzó el diálogo.
¿Has tenido la experiencia de conversar con Jesús? A la pregunta de Saulo: “¿Quién eres Señor? La respuesta fue: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”.
La conversación continuó, y Saulo ahora dijo: “Señor, ¿qué quieres que haga”. ¡Qué maravilla! Saulo se puso en las manos del Señor, como el barro en las manos de un alfarero. Solo cuando el barro está en las manos del alfarero este puede modelar las vasijas más lindas.
Cada uno de nosotros es un Ananías, para decirle al mundo lo que conviene hacer. Somos discípulos de Cristo, somos vasijas escogidas por Dios para llevar a otros el mensaje del segundo advenimiento.
Cada joven es un instrumento escogido por Dios para difundir el mensaje de fe, esperanza y amor.
Dios necesita instrumentos escogidos, hombres y mujeres para ser sus portavoces, un mensaje de amor para el mundo que está muriendo de angustia y desesperación.
ILUSTRACIÓN
Una mujer, en los Estados Unidos, soñó con tener una vasija. Ella imaginó un objeto muy especial, con un formato diferente. Salió por las tiendas, miró miles de vasijas. Ninguna era lo que imaginaba. Se sintió triste y desanimada, con deseos de volver a su casa, pero continuó insistiendo. Fue a un negocio grande que había en su ciudad, y entonces comenzó a mirar las vasijas.
Sus ojos vieron una espectacular, fantástica. Quedó encantada al ver esa vasija. Llamó al vendedor y le dijo:
“Señor, quiero esa vasija, esa misma”.
El hombre sonrió distendido. “Usted recién comenzó a mirar las vasijas que tengo, venga a conocer otras”.
“No me interesan otras, quiero esa que veo allí”.
Ella continuó mirando la vasija. El vendedor, que era el artista, le mostró muchas otras, pero ella no tuvo interés en ninguna. Siempre decía. “Quiero aquella vasija”.
Al final, el hombre se rascó la cabeza y dijo: “Lo siento mucho, pero no le puedo vender esa vasija”.
“Pero ¿cómo? ¿Cree usted que no tengo dinero suficiente para pagarla? Dígame cuánto cuesta y le pagaré un valor mayor, quiero esa”.
“No, señora, yo no puedo vender esa vasija”. Y comenzó a contar la historia de esa vasija: “Sabe, yo ya soy viejo, estoy al final de mi carrera. Hace muchos años tuve el deseo de construir una obra de arte. Pensando en eso, cansado y desanimado, me puse a construir una vasija, era esa ahí. Le estaba dando forma, amasando el barro, pero el barro no quería unirse lo suficiente para darle la forma que deseaba; ya estaba cansado de tanto amasar el barro, cuando, de repente, una piedrita me cortó la mano y comenzó a salir sangre, como estaba tan ansioso de modelar esa vasija, continué amasando, y la sangre comenzó a mezclarse con la arcilla, y era eso fue suficiente para darle la consistencia necesaria a la arcilla.
Tú eres una vasija escogida por Dios. Él dio su sangre para darte forma, para transformarte en una vasija escogida. Él te creó. Él te salvó y sueña con el día cuando pueda disfrutar la eternidad junto contigo.
LLAMADO
¿Te gustaría ser una vasija escogida en las manos de Dios? Un instrumento escogido por Dios para llevar el mensaje de amor.
El diablo está lleno de vasijas. Instrumentos que esparcen mentiras, pecado; sin embargo, Dios te llama para que seas un instrumento escogido por él. Me gustaría invitarte para que seas un instrumento escogido en las manos de Dios.
Si aceptas esta invitación, ponte en pie. Actúa como un instrumento escogido por Dios, una vasija que lleva el mensaje de amor a todo lugar al que va: la universidad, tu casa, la escuela, los deportes, el noviazgo, a todo lugar.
Pr. Leônidas Verneque Guedes
Ministerio Joven
Asociación Minera del Sur – Brasil