27 de mayo de 2021

Serie “El Conflicto Cósmico”

Serie “El Conflicto Cósmico”

Serie “El Conflicto Cósmico”

Tema 1

El origen del mal

Nota: Introducir este tema con la 1era parte del video de D. Batchelor “El conflicto cósmico”

Introducción:

Ilustración: El 27 de febrero de 2010 un terremoto devastador sacudió la república vecina de Chile, dejando tras su estela alrededor de 800 muertos y 2 millones de damnificados. Un país destruido. ¿Quién tuvo la culpa? ¿Dios, como dijeron algunos?

Poco más de 5 meses después, 33 mineros quedaron atrapados en una mina ubicada en el mismo país, a 700 mts de profundidad, tras un derrumbe inesperado. En forma milagrosa, los 33 salieron con vida, luego de pasar 70 días bajo tierra en condiciones casi infrahumanas.

La pregunta que surge es, ¿Por qué algunos se salvan, y otros fallecen? Nadie tiene la vida comprada. Todos estamos expuestos al peligro y a la muerte.

Ilustración: Clara mira por la ventana de su cocina. Ve a su hijita de 7 añitos jugando con su amiguita. Ambas parecen perfectamente sanas y felices. Pero hay una diferencia: le acaban de diagnosticar cáncer terminal a la hija de Clara. En su desesperación, Clara alza los ojos al cielo y clama: “Señor, ¿Por qué mi hija? ¿Por qué sufren los inocentes?” ¿Tiene derecho Clara a hacer esta pregunta? Sí, por supuesto que sí.

¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué algunos sufren y mueren injustamente, y otros salvan sus vidas? ¿Hay respuesta para todos estos interrogantes?

La Biblia da la respuesta. Pero para obtenerla debemos viajar al pasado muchos siglos y milenios, al remoto principio del universo, antes de la creación del mundo.

Desarrollo:

  1. “En el principio… Dios”:

Génesis 1:1a (NRV2000, p. 3): “En el principio… Dios…”. Dios siempre estuvo, siempre existió. Y con él su hijo, Jesucristo (Colosenses 1:16-17, p. 993), y el Espíritu Santo (Génesis 1:2 p. 3).

La Biblia nos dice que Dios es un Dios de amor (1 Juan 4:8, p. 1033), y que todo lo bueno proviene de él (Santiago 1:17, p. 1021; Romanos 8:28, p. 948).

Dios es el único dador de vida, porque él es la vida (Juan 14:6). Él mismo no tiene principio ni final, es eterno. Dios se deleita en crear, porque es un Dios de amor, y desea tener criaturas a las cuales amar y cuidar. Él da vida, pero no causa la muerte, ni el mal y el sufrimiento. ¿Entonces quién es el responsable de todo ello?

Antes de crear la tierra y todo lo que hay en ella, incluyendo los seres humanos, Dios creó a los ángeles (Job 38:4-7, p. 469; Heb. 1:7, p. 1010). Los ángeles son “espíritus ministradores” (Hebreos 1:14, p. 1010), creados un poco mayores que los hombres, fueron creados para servir a la Deidad. El líder supremo de las huestes angelicales era el Arcángel Miguel, mejor conocido como Jesucristo, o el Hijo, segunda persona de la Trinidad. Él no fue creado, sino que participó con el Padre de la creación (ver Juan 1:1-18, p. 882; Col. 1:16-17, p. 993).

La Biblia menciona distintos tipos de ángeles. Se menciona al Arcángel Miguel (Jesús), se mencionan serafines, y querubines. Todos eran perfectos. Cada uno tenía su función, y todos vivían en perfecta armonía, felices de servir a un Dios de amor.

  1. Luego, Lucifer:

Pero hubo un ángel, creado por Dios, que fue distinto a los demás. La Palabra de Dios nos dice en Ezequiel 28:14-17 (p. 714) que fue un querubín creado por Dios, un querubín protector, que se encontraba en el santo monte de Dios. Era el ángel más importante, ocupaba el segundo lugar luego de Jesucristo, el Arcángel.

Este querubín, o ángel, se llamaba Lucifer (Isaías 14:12, p. 595), o “hijo de la mañana”. Tenía características maravillosas. El libro del profeta Ezequiel nos dice que era:

  • Perfecto
  • Hermoso
  • Sabio
  • Esplendoroso

Además, poseía las cualidades de un líder natural. Ahora bien, ¿quién le había otorgado todas estas cualidades a este maravilloso ángel de luz? Muy bien, Dios. Él lo creó, lo creó perfecto. Al ver todas sus cualidades, Lucifer podía tomar una de dos actitudes:

  1. “Gracias, Señor, porque en tu misericordia me otorgaste estas cualidades, dones, talentos, características positivas. Te alabo a ti, te consagro lo que me has dado, para servirte a ti en primer lugar”.
  2. “¡Miren qué hermosas cualidades tengo! Soy sabio, hermoso, perfecto, tengo todas las características positivas que podría desear. No necesito de Dios. Es más, soy tan perfecto, que puedo ocupar el lugar de Dios. Puedo ser mi propio Dios”.

Lamentablemente, Lucifer escogió esta segunda actitud. La Biblia nos dice de él:

“Tú que decías en tu corazón: ‘Subiré al cielo, en lo alto, por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, en el Monte de la Reunión, al lado norte me sentaré. Sobre las altas nubes subiré, y seré semejante al Altísimo’.” (Isaías 14:13-14, p. 595).

Dios también nos da cualidades a nosotros, y cuando nos miramos al “espejo”, y vemos todos nuestros dones y talentos, también debemos elegir entre esas dos actitudes: dar la gloria a Dios, o enaltecernos y enorgullecernos.

Poco a poco, casi imperceptiblemente, este ángel de luz fue albergando el orgullo en su corazón. Su propio orgullo lo llevó a envidiar a Dios y a codiciar la posición de Jesucristo, el Hijo. Comenzó a dudar del amor y la justicia de Dios, y cuando estuvo convencido de su propio enaltecimiento, elaboró un plan de acción para “derrocar” a Dios.

  1. Comienza el conflicto:

Ilustración: ¿Qué hacen los políticos para intentar ganar las elecciones? Una campaña política. ¿Y qué hacen en esa campaña política? Propaganda. Necesitan el apoyo del pueblo, necesitan conseguir votos. Comienzan por ensalzar sus propias cualidades y a hacer promesas. Luego tratan de desacreditar a los demás postulantes. Si deseas ser criticado, postúlate para algún puesto político. De seguro que tus oponentes harán todo lo posible por desacreditarte, criticarte, y echarte por el suelo.

Eso fue exactamente lo que hizo Lucifer. Comenzó a sembrar dudas entre los demás ángeles, tratando de convencerlos de que él era tan justo y perfecto como Dios, e incluso más justo que Dios. Que él merecía el puesto que ocupaba el Hijo, y que Dios era un Dios injusto, que sus leyes eran leyes injustas.

Poco a poco, Lucifer logró convencer a miles de ángeles a unirse a su rebelión. Las Escrituras nos dicen que finalmente un tercio de los ángeles se colocó del lado de Lucifer y se rebelaron contra Dios (Apoc. 12:4, p. 1045).

La situación se volvió insostenible. Lucifer desafió abiertamente a Dios, y por primera vez hubo discordia y guerra en el cielo. Dice la Palabra de Dios en Apocalipsis 12:7, p. 1045: “Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron al dragón, y el dragón y sus ángeles combatieron”.

No sabemos qué tipo de armas se utilizaron. Lo cierto es que lucharon, y como en toda batalla, hubo un vencedor: Jesucristo, el Arcángel Miguel. Jesús es vencedor. Siempre lo fue, y siempre lo será. Por eso es importante recordar siempre que, pase lo que pase, si estamos del lado correcto, saldremos vencedores con Cristo Jesús (Rom. 8:37, p. 949).

¿Y qué sucedió con Lucifer, ahora el dragón, y sus ángeles? Sigue diciendo el libro de Apocalipsis:

“Pero éstos no prevalecieron, ni se halló más lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuere ese gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, que engaña a todo el mundo. Fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apoc. 12:8, 9, p. 1045).

Conclusión:

Lucifer fue echado del cielo. Es un enemigo vencido. Ahora bien, ¿por qué Dios no lo destruyó directamente? ¿Por qué lo echó del cielo, y lo dejó continuar con su rebelión? Porque si Dios lo hubiera destruido de inmediato, habría contribuido a incrementar las sospechas y dudas sembradas en la mente de los demás ángeles. Dios tuvo que dejar que la rebelión de Satanás siguiera su curso natural. Que se demostraran ampliamente las consecuencias del pecado, de la desobediencia a Dios. Una escritora cristiana lo describió de esta manera:

“La rebelión de Satanás había de ser una lección para el universo a través de todos los siglos venideros, un testimonio perpetuo acerca de la naturaleza del pecado y sus terribles consecuencias. Los resultados del gobierno de Satanás y sus efectos sobre los ángeles y los hombres iban a demostrar qué resultado se obtiene inevitablemente al desechar la autoridad divina. Iban a atestiguar que la existencia del gobierno de Dios entraña el bienestar de todos los seres que él creó. De esta manera la historia de este terrible experimento de la rebelión iba a ser una perpetua salvaguardia para todos los seres santos, para evitar que sean engañados acerca de la naturaleza de la transgresión, para salvarlos de cometer pecado y sufrir sus consecuencias.

El que gobierna en los cielos ve el fin desde el principio. Aquel en cuya presencia los misterios del pasado y del futuro son manifiestos, más allá de la angustia, las tinieblas y la ruina provocadas por el pecado, contempla la realización de sus propios designios de amor y bendición.  Aunque haya ‘nube y oscuridad alrededor de él: justicia y juicio son el asiento de su trono.’ (Sal. 97: 2.) Y esto lo entenderán algún día todos los habitantes del universo, tanto los leales como los desleales. ‘Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud: Dios de verdad, y ninguna iniquidad en él: es justo y recto.’ (Deut. 32: 4.)” (Patriarcas y profetas, p. 23).

Y así fue. Hasta el día de hoy, Lucifer sigue estando, no en el cielo, sino aquí en la tierra. Él es el originador del mal, del pecado, del sufrimiento. Y como lo veremos en nuestro próximo encuentro, él introdujo el pecado, la muerte y el sufrimiento en nuestro mundo y en nuestras vidas.

Querido amigo, apreciada amiga, hay esperanza. El autor del bien es Dios, el originador del mal es Satanás. Ese conflicto iniciado en el cielo continúa en nuestros corazones. La pregunta es, ¿de qué lado deseas estar: del bien o del mal? ¿A quién le vas a brindar tu lealtad: a Dios, o a Lucifer? Dios te está llamando. Elige a Dios, elige el bien, elige la vida.

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